Autor: MARCELO PALACIOS ALONSO
La Bioética, como materia y término, se debe al bioquímico y oncólogo estadounidense Van Rensselaer Potter (fallecido el 6.9.01). Mérito e inestimable aportación que le hacen acreedor del mayor reconocimiento universal, y que no pudieron anular las intentonas nada éticas de buscar o proponer orígenes de la Bioética ajenos a él, o las que pretendieron ningunear su inteligente y decisiva contribución.
Se define la Bioética como «el ámbito universal y multidisciplinar del conocimiento encargado del estudio y deliberación sobre las aplicaciones de las ciencias y las tecnologías, y del establecimiento de orientaciones y postulados éticos aplicables para la humanización de aquellas, armonizando su utilización desde el máximo respeto a la dignidad del hombre y a la conservación de la Biosfera». Por su identidad la Bioética es: a) civil, laica, sin lastres confesionales o partidistas; b), social, al servicio del individuo y del interés general —la Bioética que no es social no es nada—, y por ello:
i) actual, importando «lo que decimos hoy sobre problemas de hoy» y con previsiones futuras; ii) práctica, pragmática y efectiva; lo que denomino Bioética a pie de obra iii), activista, desde la provocación pacífica que tiene su mejor expresión en el debate público; iv), antiviolencia, reconociendo que también la ciencia y la tecnología pueden ser violentas; c), convivencial, intercomunicada, cooperativa, y no excluyente ni parasitada por intereses espurios; d), universal, inter y transcultural, afronteriza; e), con lenguaje propio: el ciudadano entiende la ética de valores y compromisos traducidos en conductas y resultados, y no la del erudito, a veces tan profunda e inaccesible para él o tenida por reliquia académica (no excuso el aserto: la ética no es tal porque se teorice —que lo considero deseable—, lo es porque constituya una convicción y hábito en nuestras vidas).
Identidad que la Bioética asume desde su independencia, atenta a combatir lo urdido interesadamente de antemano: I) del manejo y publicidad de la ciencia y la tecnología como elementos peligrosos, a), por quienes anteponen su orden a derechos y progreso y defienden posicionamientos herméticos por comodidad del entorno (pensamiento y opinión cautivos), recreados en dogmatismos endogámicos y excluyentes (rumiar tradicional, compadreo apologético), o, b), por falta de información; en el lado opuesto, como remedios a determinados males o carencias, con el hambre como ejemplo: i), por los que tienen como perspectiva su poder o prestigio, o defienden intereses económicos viciados (actitud mercenaria); ii) por quienes confían en la ciencia y la tecnología y en el control sobre ellas; II), de oportunismos pseudoéticos para el lucimiento; III), en los egoísmos la parafernalia acompañante no es ingenua ni la ética restregada es tal. Los intereses con semejantes vitolas jamás deben influir en la toma de posición Bioética, los económicos llevarían la Bioética a la calculadora (ganar o perder comercialmente) anulando las ideas, y los fundamentalistas la desnaturalizan o aniquilan.
I. Valores y conductas.—La Bioética se fundamenta en valores y se traduce en conductas.
a) Valores. Son valores de la Bioética: i), cuanto concierne al reconocimiento y respeto de la dignidad humana, y de los derechos y libertades fundamentales emanadas de ella, partiendo del derecho a la vida, sin la que no serían posibles los demás; ii), la primacía del derecho, desde la legalidad e igualdad ante la justicia a la no discriminación y los derechos personales, sociales, económicos, políticos, democracia, pluralismo, etc.; iii), la ciencia y la técnica como patrimonios de la humanidad; iv), el derecho de todos a participar en el progreso científico y beneficiarse de él.
b) Conductas. La conducta humana arriesga a no de ser racional renunciando al conocimiento, la solidaridad y la ética. Los valores de la Bioética se expresan en conductas igualmente inexcusables: i), la autocrítica; pues sin ella no hay crítica o propuesta ética objetivas, nadie puede enseñar a otros lo que no tiene, valerse de aquello en que no cree o contradice con sus actos, ni pedir que lo practiquen; ii), la heterocrítica, desde la racionalidad y coraje cívico para exigir el cumplimiento de los derechos y deberes de todos; iii), la objetividad, territorio universal y convivencial de veracidad, basado en la realidad objetiva; la Bioética no patrimonializa la verdad, le basta que se respete, sin confundir la argumentación sopesada con temores de pendientes resbaladizas retóricas o sobre beneficios o perjuicios generales no contrastados; iv), la responsabilidad, anticipando los resultados de la conducta propia para guiarla correctamente: a) en los efectores o actores activos (científicos, industrias, etc.), con una formación profesional al día, la previsión de las ventajas y riesgos de sus intervenciones o productos, la precaución sobre las ofertas técnicas y su seguridad, como garantía de protección de las personas y la biosfera; b) por el receptor, en la exigencia de información fiable, de su seguridad efectiva y la de su entorno, en suma, en la actitud alerta, reivindicativa y amparada en el derecho; v) la autonomía, expresión de la libertad humana en toda su extensión, embebida de la voluntad de considerar y respetar las libertades ajenas, rechazando la falacia de la autonomía, ese actuar que la postula y defiende con la facundia, cuando realmente la teme y acordona; vi) la seguridad, exponente del respeto y protección de lo humano y del entorno; vii) la equidad, como igualdad efectiva y justa; viii) la toma de decisiones o dirimencia, que se debe ejercer a través del diálogo, el debate público y los cauces participativos o legitimados de la sociedad; ix) la humildad, conscientes del poder que otorgan al efector sus conocimientos y posibilidades de acción, y anticipando cómo repercutirán en otros, los compartan o no.
II. Estructura.—La dimensión multidisciplinar de la Bioética refleja las materias que la configuran (Cuerpo bioético) y los asuntos de trascendencia social abordados (Arco bioético), que trata en su globalidad (Bioética general) y en sus particularidades (Bioética específica). Inicialmente, sobre todo por una interpretación deformada del Informe Belmont o la atención centrada en temas estrella (reproducción asistida, genética, células madre, etc.), la Bioética sufrió una desviación hacia la medicalización y la biologización; actualmente el Derecho toma protagonismo y asistimos a su derechización (o juridificación). Eso no es la Bioética, que por tales rumbos arriesga caer en el elitismo especializado, o que esas disciplinas asuman un rol improcedente. La Bioética es una sola cosa, y en ella caben cuantas disciplinas o asuntos territoriales concretos persigan sus fines, siempre que no pretendan constituirse en categorías o feudos bioéticos intencionadamente selectivos.
III. Objetivos de la Bioética.—La Bioética dirige sus objetivos al bienestar de los individuos y sociedades: «estar entre bienes» (paz, democracia, salud, educación, empleo, naturaleza conservada, etc.) y disfrutarlos en las mejores condiciones. Para ello la Bioética se implica en la realidad presente y también previendo el futuro, incorporando —sin influencias confesionales, partidistas o poco o nada receptivas a actualizarse —elementos éticos racionales aceptados y necesarios para proteger la dignidad de la persona. Es una Bioética de suficiencias (no de mínimos), acorde con sus fines sociales, demandando en todos los ciudadanos la conducta digna, pues la dignidad es en sí misma elevación y mérito; sin negar la excelencia como meta individual. Con esas premisas la Bioética representa un papel crucial contra la inseguridad, la indefensión, la degradación, el dolor forzado, la muerte indigna, la frialdad de la máquina, la burocracia insensible, el nepotismo, el comercio egoísta, la agresión a la biosfera y la biodiversidad, como ejemplos, fijándose por horizonte la humanización de las ciencias y tecnologías, como establece la Declaración de Bioética de Gijón: «las biociencias y sus tecnologías deben servir al bienestar de la humanidad, al desarrollo sostenible de todos los países, a la paz mundial y a la protección y conservación de la naturaleza; lo que implica que los países desarrollados deben compartir los beneficios de las biociencias y de sus tecnologías con los habitantes de las zonas menos favorecidas del planeta y servir al bienestar de cada ser humano».
IV. La Bioética instrumento civil.—La Bioética —una disposición intelectual, en definitiva una filosofía existencial pragmática en pro de la humanidad y la biosfera— se consolidó paulatinamente como un instrumento civil indispensable. Se debate, se escribe, se organizan comités y encuentros por doquier, estamos ante una auténtica cultura Bioética. Su desarrollo surtió logros evidenciables: i), sacó las biociencias de su tradicional aislamiento, ahora son evaluadas socialmente y atienden crecientemente los aspectos éticos; ii), estimuló al derecho a superar su histórico retraso respecto de aquellas; iii), revitalizó la Filosofía, al incorporarla a su nuevo ámbito de deliberación; iv) amplió sus campos de actividad (a la pobreza, alimentos, agua, etc.); v), estimuló al debate —el académico, y, fundamentalmente, el público—, postulando la necesidad de información veraz, deliberación contrastada y autonomía individual, y vigorizando el consenso; vi), orienta las decisiones políticas, parlamentarias, jurídicas, industriales, etc.
El siglo XXI reproduce las sombras y lacras del anterior; y además, los avances científicos y tecnológicos son vertiginosos. Consecuentemente estará definido en gran medida por las respuestas éti cas a su compleja problemática, de ahí que lo considere el Siglo de la Bioética. Al no ser la Bioética siempre la panacea, la sociedad se dota ocasionalmente de normas legales o «bioleyes»; aunque las instituciones correspondientes no podrán adoptar a tiempo las normas estrictamente precisas, y nos valdremos más de acuerdos o consensos que de leyes. Ante tal panorama la Bioética no puede permanecer neutral, reflexionar y deliberar no basta, debe intentar ayudar a resolver los problemas con propuestas prácticas. Con la palabra fundada como única arma el extraordinario instrumento civil de la Bioética persistirá en los objetivos hacia: i) una toma de consciencia colectiva (cultura universal de la dignidad) y un pacto de objetivos humanistas o «capitulación sobre el uso racional de las ciencias y tecnologías» (pacto de civilidad); ii) la defensa y actualización de la democracia propugnando una democracia en que el ciudadano nunca pierda, integral y coparticipada, todos con derecho a ser y estar, la obligación de corresponsabilizarnos y contribuir y el deber conciliatorio en interés general.
La pedagogía de la Bioética —fundamento y refuerzo del instrumento civil bioético— representará un rol esencial para avanzar hacia las metas citadas, y merece atención y apoyo efectivos. Desde el Parlamento se impulsó, en proposiciones de ley, la enseñanza de la Bioética en los niveles no universitarios y universitarios; en la 93 Conferencia de la Unión Interparlamentaria, UIP (1.4.95, Madrid), propuse y se aprobó que la Bioética se imparta en todos los niveles de la enseñanza. Y en la Declaración Bioética de Gijón 2000 se recomienda que «la enseñanza de la Bioética debería incorporarse al sistema educativo y ser objeto de textos comprensibles y rigurosos». El indudable interés social por la Bioética, y aportaciones como la Convención de Asturias de Bioética (Consejo de Europa), las Declaraciones sobre el Genoma Humano y los Derechos Humanos y de Bioética de la UNESCO, y las normas de distintos países, son referentes para avanzar hacia el pacto de civilidad mencionado, con la cultura Bioética como uno de sus principales motores. Desde la Sociedad Internacional de Bioética (SIBI) y otras entidades nacionales o internacionales, muchos se esmeran en que así ocurra cuanto antes.
Véase: Bioderecho, Bioderecho en España, Bioderecho en Latinoamérica, Bioderecho internacional, Bioética, Bioética Internacional, Bioética y religiones.
Bibliografía: PALACIOS, M.: «Hacia el Siglo de la Bioética », en Panorama actual de la Bioética, Encuentros de Filosofía en Gijón. Fundación Gustavo Bueno, 1999, págs. 5-18; PALACIOS, M., La cultura Bioética, Revista de Ciencias Sociales, núm. 162-163, 2001, págs. 117-136; PALACIOS, M.: La Bioética como instrumento civil, en Asis/ Bondía /Maza (coords), Los desfíos de los derechos humanos hoy, Dykinson, 2006.
2024 © Cátedra Interuniversitaria de Derecho y Genoma Humano | Política de Privacidad | Condiciones de uso | Política de Cookies | Imprimir