Autor: JUAN MANUEL TORRES
Reduccionismo es un término característico de dos disciplinas filosóficas, la Ontología y la Filosofía de la Ciencia. En la primera remite a la tesis de que ciertas propiedades, entidades o procesos pueden ser reducidos a algún subconjunto de sus partes, v. g., las cualidades secundarias a la extensión y a la figura o los objetos materiales a sus átomos. Mientras que en la segunda disciplina significa que dada una teoría T1 ésta puede ser deducida de otra más fundamental T2, v. g., la Genética clásica de la Genética molecular. Por sí mismas o inmediatamente, las tesis reduccionistas no poseen en general connotaciones éticas, sin embargo podrían tenerlas o servir de sustento a doctrinas que sí las poseen cuando tratan del hombre y de las acciones humanas. En este artículo, la expresión ética alude a aquellas cosas que tienen relación directa con la fundamentación de la moral o la reflexión sobre ella y moral se entiende como el conjunto de principios y normas de acción adoptadas por una sociedad o un colectivo. A continuación se examinan algunos reduccionismos que han conllevado consecuencias éticas o morales.
Una doctrina reduccionista que posee consecuencias éticas inmediatas es ilustrada por el determinismo cuando éste se aplica al hombre y a su conducta. Según esta doctrina todas las acciones humanas son consecuencias de la peculiar biología del hombre, de las influencias externas que sufre o de ambas fuentes, mientras que la libertad es una ilusión. Una consecuencia para la ética de esta doctrina es que las tradicionales nociones morales de culpa y mérito o pecado y virtud se desvanecen, quedando sólo como modos de hablar para designar aquello que la sociedad castiga o elogia. Notemos que en contextos como el descrito, la denominación «doctrina reduccionista» proviene generalmente de quienes no la comparten puesto que difícilmente alguien llamaría a su propio punto de vista «reduccionista», ya que tiene aquí una connotación peyorativa. En el campo de las ciencias de la salud y —más específicamente— de la psicología, el conductismo y el psicoanálisis llevados ambos a su interpretación más radical pueden ser considerados reduccionismos en el sentido descrito: las acciones del hombre, al igual que la de los cuerpos para la física clásica, son el resultado de causas internas y/o externas que no dejan espacio para la libertad.
La segunda posibilidad, esto es, un reduccionismo que no conlleva de modo inmediato consecuencias éticas puede ejemplificarse en el materialismo, el cual es un reduccionismo a los ojos de la tradicional creencia de la existencia en el hombre de un principio espiritual o alma, doctrina que es común a las religiones cristianas y a las filosofías de inspiración platónica, aristotélica o cartesiana, entre otras. El materialismo no tiene de por sí las implicaciones del determinismo ya que no es incompatible con la indeterminación de la acción humana y por ello con la libertad. Sin embargo, aporta las bases sobre las cuales podrían erigirse doctrinas que sí conllevan implicaciones para la ética, la moral y las valoraciones sociales. En tal sentido, esta doctrina puede brindar una visión cosificante del hombre —en oposición a su consideración como persona— y dar lugar a un menoscabo de su dignidad al desconocer que es un fin en sí mismo y portador de valores. En el campo de las discusiones bioéticas, las consecuencias de tal doctrina se puede manifestar en la negación del status de persona al embrión humano e incluso a aquellos seres que han perdido la razón. Tal es el pensamiento a este respecto de Peter Singer y Nobert Hoerster, entre otros.
Una expandida teoría reduccionista de nuestros días es aquélla que afirma que el hombre es sólo su peculiar genoma, del cual el fenotipo es una consecuencia directa. Reducir el hombre al conjunto de unidades de información —denominadas «genes»— forma parte de una tesis más general que afirma tal reducción con respecto a todas las entidades vivientes. Esta doctrina es compartida por muchos en Biología molecular y en evolutiva por aquellas corrientes en las cuales el gen es considerado la unidad de selección del proceso de selección natural, como es el caso de R. Dawkins y su teoría del gen egoísta. Al igual que otras doctrinas reduccionistas, el geneticismo —como puede ser denominada esta doctrina— no tiene de por sí connotaciones éticas; sin embargo, son bien conocidas las ideologías racistas y eugénicas que se basan, al menos parcialmente, sobre la tesis del predominio de los genes en la conformación de lo propiamente humano y la presencia en nuestros genomas de genes buenos y malos. Ciertamente, el temperamento, la inteligencia, el comportamiento social, el alcoholismo, la agresión y otras características tienen componentes genéticos. Pero al afirmar la total determinación de las mismas por los factores genéticos, el geneticismo sienta las bases para una valoración de las personas en función de su acervo genético y, por tanto, fundamenta actitudes discriminativas. El llamado «proceso de genetización» por el cual, según algunos sociólogos como A. Lipman, atraviesa actualmente la sociedad occidental, implica —entre otras cosas— esta sobreestimación del poder de los genes en la determinación de las características del hombre y su futuro, en menoscabo de su carácter de ser libre, capaz de aprender de experiencias cognitivas y afectivas y, de este modo, poder convertirse en artífice de su propio destino. Con relación a las doctrinas que podrían construirse sobre la base del geneticismo, es conveniente recordar la Declaración Universal sobre el Genoma Humano y los Derechos Humanos (UNESCO), en su sección A, artículo 2:
a) Cada individuo tiene derecho al respeto de su dignidad y derechos, cualesquiera que sean sus características genéticas.
b) Esta dignidad impone que no se reduzca a los individuos a sus características genéticas y que se respete el carácter único de cada uno y su diversidad.
Se debe advertir que la tesis del predominio de los genes en la determinación de lo humano debe ser diferenciada de la doctrina que acentúa fuertemente el rol de los mismos en las enfermedades llamadas «multifactoriales», esto es, en la etiología de las cuales interviene factores genéticos y ambientales. Esta es una tesis que se desarrolla en el campo de la epistemología de las ciencias médicas y no de la ética. La tesis del decisivo rol de los factores genéticos heredados en la aparición de numerosas enfermedades —algunas de las cuales han sido consideradas alguna vez sociales, como el autismo, y que hoy en los círculos científicos se piensa que son de origen netamente genético— puede conducir a doctrinas entre cuyas consecuencias se encuentren la desesperanza por quienes la padecen o el complejo de culpa por parte de progenitores.
La primitiva teoría de la salud de C. Boorse, especialmente influyente en los Estados Unidos de América en los 70, puede también considerarse un reduccionismo en la medida en que definía los términos enfermedad y salud sólo en función de los resultados de análisis clínicos. Naturalmente, así se comprime sensiblemente el universo de personas con problemas de salud, especialmente si se considera la amplia definición de salud dada por la Organización Mundial de la Salud (OMS). El reduccionismo de C. Boorse ha encontrado severas críticas en doctrinas alternativas, como la de L. Nordelfelt, quien advierte que se puede estar con problemas de salud a pesar de estar dentro de la media estadística que recogen los análisis clásicos y, contrariamente, se puede estar sano a pesar de encontrarse fuera de ella para algunos de estos tests.
Véase: Análisis genéticos, Biodiversidad humana, Biología molecular, Determinismo biológico, Dignidad humana, Discriminación y salud, Embrión, Enfermedad, Eugenesia, Filosofía de la Ciencia, Genoma humano, Herencia biológica. OMS, Persona, Razas y racismo, Salud.
Bibliografía: BOORSE, C., «Health as a theoretical concept», Philosophy of Science, 44, 1973, págs. 542-573; HONNEFELDER, L., «Naturaleza y status del embrión. Aspectos filosóficos», Cuadernos de Bioética, VIII, 31, 1997, págs. 1034-1047; HEDGECOE, A., «Ethical boundary work: geneticization, philosophy and the social sciences», Medicine, Health Care and Philosophy, núm. 3, 2001, págs. 305-309; HOEDEMAEKERS, R. / TEN HAVE H., «Genetic health and genetic disease» Gene and Morality, Launis, Pietarinen and Räikkä (eds.) Value Inquiry Book Series, 1999, págs. 121-143; KEVLES, D. J., La Eugenesia, ¿Ciencia o Utopía?, Editorial Planeta, 1985; NELKIN, D. / LINDEE, S., DNA Mystique. The Gene as a Cultural Icon, New York, Freedman, 1995; NORDENFELT, L., On the Nature of Health, 2nd ed., Kluwer Academic Publishers, Dordrecht, 1995; TEN HAVE, H., «Genetics and culture. The geneticization thesis» Medicine, Health Care and Philosophy, 4, 2001, 295-304; TORRES, J. M., «Genetic tools, Kuhnean theoretical shift and the geneticization process», Medicine, Health Care and Philosophy, 9, 2006, págs. 3-12; UNESCO, Universal Declaration on the Human Genome and Human Rights, the Thirty-First General Assembly of UNESCO, Paris, November 11, 1997.
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