Autor: JUAN MANUEL BETHENCOURT PÉREZ
I. La psicología clínica como campo de especialización de la psicología y la función de investigación clínica del psicólogo clínico.—La investigación clínica en psicología constituye una de las tareas centrales de la psicología clínica en la actualidad. La psicología clínica es un campo de especialización de la psicología que aplica los principios, técnicas y conocimientos desarrollados por la psicología al estudio, evaluación, diagnóstico, tratamiento y prevención del comportamiento anormal. Podríamos situar los orígenes del interés por el estudio de la conducta anormal en filósofos como Hipócrates o Aristóteles que se mostraron interesados por la descripción y el tratamiento de estos fenómenos. No obstante, las raíces de la actual psicología clínica se encuentran en los movimientos reformistas de finales del siglo XIX y principios del siglo XX (cfr. Pinel, Bush, Dix), que además de hacer un esfuerzo por describir las enfermedades mentales propusieron mejoras en el cuidado de los enfermos: los llamados tratamientos morales o tratamientos humanitarios. Posteriormente a estos acontecimientos se han producido una serie de hitos importantes en el desarrollo de la investigación clínica en psicología. Si bien, por problemas de espacio no podemos hacer un recorrido histórico pormenorizado, sí quisiéramos dejar constancia de: a) el papel del psicoanálisis por su interés en los determinantes psicológicos de las enfermedades mentales, y b) las aportaciones del movimiento de salud mental comunitaria al destacar en los años sesenta del pasado siglo la importancia del ambiente (físico y social) en la génesis y el tratamiento de las enfermedades mentales y de los problemas comportamentales, en la búsqueda del bienestar personal y social y en la apuesta por la prevención psicológica.
La investigación clínica trata de describir, explicar, predecir e influir en los fenómenos clínicos psicológicos. Centra su interés, por tanto, en el descubrimiento y la formulación de leyes que puedan tener una aplicación eficaz en los seres humanos necesitados de ayuda psicológica. La investigación clínica en psicología supone pues, el estudio científico de los fenómenos clínicos. Por científico queremos decir que el clínico asume ciertas normas en la planificación y en la forma de llevar a cabo su investigación. El psicólogo científico trata con datos obtenidos por medio de observaciones hechas bajo unas condiciones sometidas a control. El grado de control que puede ejercer dependerá en gran parte de la naturaleza de los datos reunidos. Podemos conseguir el máximo control por medio del experimento, pero este es sólo uno de los métodos de los que disponemos y no siempre es posible y/o apropiado. Contamos igualmente con la aproximación correlacional que busca establecer relaciones de concomitancia entre los hechos tal y como se producen en la naturaleza, sin manipulación experimental (Pelechano, 1988). Desde esta aproximación se intentarían aislar diferencias individuales consistentes que, se supone, constituyen variables organísmicas estables en los seres humanos (Fernández Ballesteros, 1980). Ambas aproximaciones no deben considerarse métodos antagónicos.
En cuanto a los campos de actuación de la investigación clínica, estos son muy amplios y abarcaría al menos los siguientes apartados (DSM-IV TR, American Psychiatric Association, 2000):
— Trastornos de inicio en la infancia, la niñez o la adolescencia (e.g: Trastornos del aprendizaje, trastornos generalizados del desarrollo o trastornos por déficits de atención y comportamiento perturbador).
— Delirium, demencia, trastornos amnésicos y otros trastornos cognoscitivos.
— Trastornos mentales debidos a enfermedad médica.
— Trastornos relacionados con sustancias (e.g: relacionados con el alcohol, alucinógenos, cafeína, nicotina, etc).
— Esquizofrenia y otros trastornos psicóticos.
— Trastornos del estado de ánimo (e.g: depresión, enfermedad bipolar).
— Trastornos de ansiedad (e.g: fobias, agorafobia, estrés postraumático).
— Trastornos somatoformes (e.g: somatización, hipocondría).
— Trastornos facticios.
— Trastornos disociativos (e.g: amnesia disociativa, fuga disociativa).
— Trastornos sexuales y de la identidad sexual (e.g: anorgasmía, eyaculación precoz, parafilías).
— Trastornos de la personalidad
II. Ética de la investigación clínica en psicología.— La investigación clínica en psicología ha aportado beneficios importantes pero también ha planteado problemas. El desarrollo de la psicología depende en gran medida de los resultados de investigación clínica con seres humanos. Pero, si es necesario recoger y analizar datos mediante investigación, también lo es proteger el bienestar de los seres humanos que participan en las investigaciones. La ética de la investigación clínica en psicología ha planteado algunas dificultades que hacen necesario que el investigador se plantee las cuestiones éticas clave que conlleva la investigación psicológica con seres humanos. La American Psychological Association (APA), presenta en Ethical principles of psychologists and code of conduct (2002) un estudio pormenorizado de estas previamente al comienzo de la investigación. En nuestro país desde hace tiempo todas las convocatorias de instituciones públicas y privadas para la subvención de proyectos de investigación exigen el visto bueno del Comité de Ética del centro en que trabajen los investigadores solicitantes de la ayuda. Este comité puede asesorarse, si es necesario, por agencias ajenas al mismo (Farner y McGuffin, 2001).
2) Consentimiento informado. Los investigadores han de dar a los potenciales participantes una descripción completa de la investigación, en un lenguaje que sea comprensible, antes de que se solicite su participación. Las personas que participan en una investigación deben tener el mayor conocimiento posible de la misma. Asimismo, debemos evitar coacciones. No es ético coaccionar a una persona para que acepte participar en una investigación. Por ejemplo, no puede exigirse desde los Departamentos universitarios la participación del alumnado en una investigación. Tampoco resulta ético ofrecer un trato especial al alumnado, por ejemplo, a cambio de obtener créditos o mejores calificaciones. Este tipo de trato especial podría constituir una influencia indebida y deberían, en este caso, ofrecerse otras opciones para obtener esos créditos o calificaciones. Asimismo debe quedar claro que los participantes pueden cambiar de opinión y abandonar una investigación sin ningún tipo de penalización cuando lo consideren conveniente. La APA en su Código Ético (APA, 2002) y refiriéndose al consentimiento informado y al ofrecimiento de incentivos para la investigación, destaca que los investigadores están obligados a informar sobre: a) el objetivo de las investigaciones, la metodología a emplear y la duración de las mismas,
b) el derecho a no participar y a dejar de participar cuando se estime oportuno,
c) las consecuencias previsibles de no seguir participando,
d) variables que pueden influir en la disposición a participar,
e) beneficios probables de la participación,
f) incentivos para animar a participar,
g) cómo y con quién contactar para cualquier duda sobre la investigación y sobre sus derechos como participante
Asimismo, la APA (2002), señala que cuando se investigue en tratamientos experimentales se debe aclarar a los participantes al inicio de la investigación: a) la naturaleza experimental del tratamiento, b) las condiciones para los grupos de control,
c) el procedimiento de asignación de grupos, d) las alternativas de tratamiento para los que no deseen participar o abandonen la investigación, y e) las compensaciones a los participantes por el costo económico que les pueda acarrear su participación.
3) Limitar el engaño. En ocasiones se hace preciso realizar investigaciones en las que los participantes no conozcan cuál es el verdadero fin del proyecto. En la actualidad los códigos éticos de la profesión establecen que el engaño puede utilizarse solamente si se satisfacen dos condiciones. La primera es que debemos contar a los participantes todo lo que deberían saber para tomar una decisión informada con respecto a si participar o no. La segunda es que después de participar en la investigación y tan pronto como sea factible, hay que informar de la naturaleza y necesidad del engaño.
4) Confidencialidad. Los investigadores tienen el deber de mantener en secreto todo lo que conocen sobre los participantes en una investigación.
Hay que proteger el anonimato de las personas que participan en las investigaciones y los datos deben archivarse en forma segura de manera que se eviten futuros abusos en el uso de la información.
5) Presentación de un informe de investigación adecuado. Los participantes en una investigación tienen el derecho a conocer los resultados alcanzados. Si estos resultados no pueden estar disponibles de forma inmediata, los participantes tienen el derecho a recibirlos en cuanto estén disponibles.
En cuanto a estas publicaciones, el código de la APA (2002), mantiene en sus artículos 8.10 a 8.15 que los investigadores: «1. No inventarán datos. 2. Si descubren errores en sus publicaciones, corregirán tales errores mediante los medios que sean adecuados para ello. 3. No presentarán partes o datos de otros trabajos como si fueran propios. 4. Asumirán la responsabilidad y el reconocimiento únicamente de los trabajos que realmente hayan realizado o en los que hayan contribuido sustancialmente. 5. La autoría principal y otros reconocimientos de una investigación reflejarán con precisión las contribuciones científicas de los investigadores implicados, sin tener en cuenta su estatus relativo. La mera posesión de una posición institucional, como la dirección de un departamento, no justifica el reconocimiento de la autoría. Las contribuciones menores deben ser reconocidas en una nota a pie de página o en una declaración introductoria. 6. Excepto bajo circunstancias excepcionales, un estudiante aparecerá como autor principal en un artículo de autores múltiples que esté sustancialmente basada en la disertación o tesis del estudiante».
Uno de los conceptos discutidos, últimamente, en el desarrollo de la ética de la investigación es el relativo a la diseminación de resultados. Sin embargo, constituye un aspecto todavía hasta cierto punto novedoso en la investigación clínica. De acuerdo con el diccionario, el verbo diseminar significa sembrar, esparcir. Con respecto a la investigación, la diseminación hace referencia a la difusión efectiva de proyectos de investigación ya ejecutados en otros entornos organizacionales o sociales (comunidades, escuelas, hospitales, etc.) similares o cercanos a aquel en que se desarrolló la experiencia investigadora y a usuarios potenciales de ella. Un elemento relevante de la psicología es difundir la investigación al ciudadano y al sistema de salud.
Chavis, Stucky y Wandersman (1983) aportan una amplia discusión acerca de los valores y los costos y beneficios de diseminar investigación en la comunidad. Afirman que revelando nuestros resultados y la forma de obtenerlos capacitamos al ciudadano para juzgar como usarlos mejor. Para estos autores, hay varios beneficios potenciales de la diseminación de la investigación, tanto para los ciudadanos como para los investigadores. La investigación básica puede ser útil al proporcionar información relevante sobre la población o el ambiente que se estudia y al suministrar conocimiento de las formas de obtener datos e información.
Podemos afirmar que la asunción ética de la necesidad de trabajar con personas requiere habilidades, tiempo, y personal preparado; hay que planificar los posibles encuentros que se lleven a cabo, tenemos que clarificar conceptos, objetivos y métodos y negociar las posibles diferencias que surjan.
Por otra parte, cuando los ciudadanos están implicados en la investigación el investigador puede otorgarles algún control sobre el proyecto a desarrollar. Esta pérdida de control —por parte del investigador— puede generar costos añadidos, porque algunos de los objetivos originales o determinadas técnicas son susceptibles de originar resistencia por parte de los usuarios y eventualmente generar cambios.
Además, existen fuentes potenciales de peligro, como el empleo erróneo de la información debido a explicaciones parciales a la comunidad de su significado, lo que puede resultar en una mala aplicación de la información.
Fairweather y Davidson (1986) se plantean el por qué y cómo de la diseminación de investigaciones. De acuerdo con dichos autores las fases del proceso de diseminación son cuatro: aproximación, persuasión, activación y difusión. El primer paso implica aproximarse al consumidor potencial. Podemos utilizar aproximaciones tales como el contacto directo u otras indirectas, como los medios de comunicación y el correo electrónico e internet. En la fase de persuasión hay que pasar desde un estado de conciencia inicial propio del periodo de aproximación, a una decisión sobre la adopción de la innovación. Los componentes de investigación hacen referencia al proceso de cambio de actitud, a los componentes de estilos de persuasión, al contenido del mensaje, y a la legitimidad del emisor del mensaje. La fase de activación implica la implementación de la innovación. Es importante mantener el nuevo programa, fiel a su modelo, permitiendo también la adaptación a las necesidades del contexto. En la fase de difusión la dificultad estriba en el mantenimiento de la innovación y en la adaptación simultánea a las necesidades cambiantes de la comunidad. Esta constituye una fase vital para el buen funcionamiento del programa y, sin embargo, a la que menos importancia se le suele prestar.
En ocasiones se percibe a los metodólogos como agentes de un sistema opresivo y que genera discriminación (Gaernter y Dovidio, 1987). Por ello, a veces, los miembros de la comunidad cuestionan el fin último de los datos generados por el proceso de investigación. Los investigadores tienen alguna historia de uso de datos de un modo imperfecto y sesgado. Un ejemplo de la afirmación anterior lo constituyen los estudios de Jensen (Jensen, 1973) que presentaron a la cultura afroamericana como patológica, y pese a que trabajos posteriores han criticado la sofisticación metodológica del estudio, aún permanecen las ramificaciones negativas de esos informes.
Como podemos comprobar en algunas revistas dedicadas exclusivamente a la investigación (e.g: International Journal of Clinical and Health Psychology y el British Journal of Clinical Psychology), los metodólogos suelen diseminar la información al mundo científico, pero son menos frecuentes los esfuerzos para comunicar y diseminar los hallazgos de investigación a las comunidades, por lo que necesitamos desarrollar estrategias alternativas.
La receptividad a la información por parte de la comunidad está influenciada igualmente por los métodos de presentación de la información, y en ocasiones, es más una consecuencia del método de diseminación que fruto de una resistencia comunitaria —en caso de resultados negativos—. Por ejemplo, podemos aprovechar el uso de gráficas visuales para enriquecer la presentación de los datos. Deberíamos animar a los investigadores a considerar las oportunidades alternativas para la diseminación de información (e.g: mass-media, mailing, internet, contacto directo, etc.), que se expandan más allá de las presentaciones eruditas.
Sin embargo, en la aplicación de esta propuesta surgen ciertos problemas. Para Chavis y cols. (1983), algunas de estas dificultades son que:
1. El proceso de investigación descrito consume mucho más tiempo que el proceso tradicional. 2. La mayoría de los investigadores no están entrenados en el uso de este modelo y las instituciones que emplean a los investigadores generalmente no apoyan este tipo de esfuerzos.
Por nuestra parte, creemos que la ética de la investigación clínica en psicología nos exige informar de nuestra identidad, objeto de estudio, y metodología a utilizar. Obtener el consentimiento allí donde el proyecto de investigación va a tener lugar; garantizar la confidencialidad de la información, obtener la autorización para la publicación del informe final, y difundir los datos cuando la investigación finalice.
Véase: Códigos deontológicos, Confidencialidad, Consentimiento, Derecho a la intimidad, Enfermedad mental, Herencia Biológica, Identidad sexual, Imputabilidad, Información, Intimidad, Investigación científica, Libertad de investigación, Psiquiatría, Salud mental, Secreto profesional, Tratamiento.
Bibliografía: AMERICAN PSYCHOLOGICAL ASSOCIATION (APA) (2002), Ethical principles of psychologists and code of conduct, http://w.w.w.apa.org/ethics; AMERICAN PSYCHIATRIC ASSOCIATION (APA) (2002), Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders (4rd Ed Rev), American Psychiatric Association. Washington; CHAVIS, D., STUCKY, P.E. y WANDERSMAN, A., «Returning research to the community: A relationship between scientist and citizen». American Psychologist, 38,1983, 424-434; DEL RÍO SÁNCHEZ, C., Guía de ética profesional en psicología clínica. Madrid, Pirámide, 2005; FAIRWEATHER G.W. y DAVIDSON, W., Community experimentation: Theory, methods and practice, Nueva York, McGraw-Hill, 1986; FARNER, A. y McGUFFIN, P., «Ética y genética psiquiátrica », en S. BLOCK, P. CHODOFF y S.A. GREEN (Eds), La ética en psiquiatría. Madrid, Triascatela, 2001; FERNÁNDEZ BALLESTEROS, R., Psicodiagnóstico. Concepto y metodología. Madrid, Cincel-Kapeluz, 1980; GAERNTER, S.L. y DOVIDIO, J.F., Prejudice, discrimination and racism, Orlando FL, Academic Press, 1987; JENSEN, A.R., Educability and groups differences, Londres, Methuen, 1976; PELECHANO, V. Del psicodiagnóstico clásico al análisis ecopsicológico I, Valencia, Alfaplus, 1988.
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