ENCICLOPEDIA de BIODERECHO y BIOÉTICA

Carlos María Romeo Casabona (Director)

Cátedra de Derecho y Genoma Humano

multidisciplinaridad e interdisciplinaridad (Ético )

Autor: JAVIER SÁDABA GARAY

I. La idea de multidisciplinaridad hace referencia al concurso o ayuda mutua entre diversas disciplinas. Tal concurso o ayuda no tendría lugar solo en las Ciencias Humanas, como sucedería, por ejemplo, en el mundo de las Ciencias Morales. En estas, la Antropología, la Psicología, la Etología o la Medicina se complementan, conectándose entre ellas. Pero sucede lo mismo en las ciencias duras, empíricas o formales. Piénsese en lo que la Matemática aporta a la Física o la interdependencia entre la Física y la Química. Se trata, por tanto, de un movimiento habitual de materias o regiones del saber, separadas, en principio, entre sí por los también habituales cortes epistemológicos. No deja de ser curioso que, si nos volvemos a las Ciencias Sociales, la multiculturalidad tenga un sentido inverso al que acabamos de exponer. Y, así, el multiculturalismo, al menos en sus más versiones extremas, consiste en mantener aislada a una cultura frente al contagio o posible absorción por parte de otras. De ahí que se recurra a la interculturalidad como correctivo a una separación que, dejada a sí misma, podría acabar justificando cualquier atrocidad por no aceptar una trasversalidad o universalidad de valores que compete a todos los humanos. La multidisciplinaridad, por su parte, y en ello radica su semejanza con la multiculturalidad, y más con la interculturalidad, no propone absorción alguna de las distintas disciplinas. Su finalidad consiste en romper la fragmentación entre ellas y favorecer una globalización en la que todas salgan ganando. Y es que, por diferentes que sean, se necesitan. Por lo demás, los estudios o investigaciones multidisciplinares contienen un elemento pedagógico indudable. Su interés por superar lo que Snow llamó las «dos culturas », la científica y la humanista, lleva el sello de la cooperación. Y, en un plano más teórico, el concepto de «Consilience», o confluencia, de E. O. Wilson y, en nuestro país, la propuesta de Neurocultura de F. Mora intentan revivir el ideal de una Ciencia Unificada que, como en un árbol, posea unas ramas todas ellas entroncadas. En el primer caso, el tronco sería la Biología. En el segundo, las Neurociencias. Más tarde volveremos sobre ello.

II. La Bioética nace, tanto teórica como prácticamente, de forma multidisciplinar. Si consideramos a Van Potter el padre de la disciplina con sus escritos de los años 70, observaremos cómo su objetivo es trazar un puente entre las anteriormente citadas dos culturas. Más aún, y casi son palabras textuales suyas, su objetivo se encamina a un estudio sistemático de la cultura humana. Van Potter anhelaba la construcción de un medioambiente adecuado para la conservación y mejora de la humanidad. Y el motor de tal proyecto no era otro sino el citado puente entre la Biología y los Principios o Valores Morales. Todavía en un terreno práctico, y al margen ya de sus orígenes, se puede visualizar el desarrollo de la Bioética fijándonos en una serie de círculos concéntricos. El primero lo constituiría la Genética. Sería su núcleo duro. Un segundo círculo lo formaría la Ingeniería Genética en todas sus manifestaciones, desde la clonación a la nanotecnología. En un tercero encontraríamos las muy diversas tecnologías que tienen que ver con la reproducción. En el siguiente aparecería el trato a animales y a la biosfera, la genética de poblaciones y otros posibles campos, todos ellos relacionados con la Bioética. Es obvio que lo expuesto tiene cierta arbitrariedad y es fácil componer otros círculos alternativos. En cualquier caso, lo que se desea mostrar es que la Bioética, en su expansión, conecta con disciplinas que no se reducen a la Biología Molecular sin más. La Bioética, por su misma constitución, incorpora campos interdisciplinarios. Es su sino.
Si pasamos ahora al terreno práctico, la situación se presenta similar. Su nacimiento efectivo es un ejemplo claro de la multidisciplinaridad que la caracteriza. Se discute, y en buena parte hay algo arbitrario en ello, cuándo nace realmente la Bioética, cuál fue el pistoletazo de salida. Al margen de los muchos acontecimientos y descubrimientos que la fueron preparando o de sucesos, como es el caso de las famosas, prolífica y mundialmente utilizadas, células cancerígenas Hela, el año 1953 es decisivo. En ese año se descubre la Doble Hélice que compone el Genoma Humano. Si nos fijamos en los personajes que intervinieron en el trascendental descubrimiento veremos lo siguiente: Crick era físico; Watson, biólogo y Wilkins, físico también. A los tres les concedieron el Premio Nóbel de Física y de Medicina en 1962. Habían descubierto los componentes subatómicos de la estructura helicoidal del Genoma. Ya R. Franklin, con la que también trabajó el citado Wilkins, había descrito, usando rayos X y sin tanta precisión, dicha estructura. Seguirá siendo un misterio o una pesadilla por qué ella, que falleció en el año 1958, no fue premiada igualmente con el Nóbel. Lo que, en cualquier caso, se pone de manifiesto es que Física, Química, Ingeniería y Medicina, al menos, se pusieron de acuerdo para arrancar a la naturaleza uno de los tesoros más preciados de toda nuestra historia. La Bioética, en suma, es, en su origen, inter y multidisciplinar.
La idea de una ciencia pura es, en buena parte, una abstracción. En nuestros días, el saber científico va unido a la tecnología y a la producción industrial. Es por eso que se habla de tecnociencia, término que, aunque disguste a algunos, sirve para poner de manifiesto que la innovación tecnológica no sólo es el ropaje de una determinada actividad científica sino que la convierte en un elemento radicalmente transformador de nuestras vidas. Tanto es así que el viejo sueño del hombre-máquina está tomando cuerpo en procesos de autorregulación homeostática en donde lo orgánico y lo inorgánico operan juntos. Por otro lado, la Biología sintética, recreando vida o diseñando, por ejemplo, circuitos biológicos por medio de bacterias, es un exponente de que no nos encontramos únicamente con el trabajo conjunto de ramas diversas de la ciencia sino que estas se ensamblan en una imparable tecnología. La Biología, en resumidas cuentas, con su brazo, la Ingeniería Genética y sus amplios tentáculos de una nanotecnología robotizada, no ha dejado de crecer; sin olvidar los poderosos programas de investigación y la adquisición, muchas veces basada en argumentos falaces, de nuevas patentes. Tales retoños se convierten en nuevas disciplinas que rompen la idea ingenua de un campo científico aislado. Y, dado que los resultados de las citadas invenciones e innovaciones cambian la sociedad y sacuden los esquemas éticos, el resultado es un amplio conjunto interdisciplinar, a menor escala, y multidisciplinar, si utilizamos una escala mayor. Las inesperadas adaptaciones a un mundo transformado o por transformar o sencillamente ficticio, están dando lugar a una constante expansión del núcleo más elemental de la Biología. La ciencia, en consecuencia, se hermana, en esta ocasión, con la tecnología. Y, de esta manera, la Bioética se amplia, se estira multiplicando viejas y nuevas disciplinas.

III. Antes de entrar en la Ética, como componente básico de la Bioética, detengámonos en el llamado Bioderecho. Comencemos con un ejemplo a mano y que en los últimos tiempos llena buena parte de la escena de las relaciones entre el médico y el paciente. El consentimiento informado se ha abierto camino en las relaciones mentadas de tal forma, repitámoslo, que ha potenciado la autonomía y revolucionado el quehacer médico. Si alguien desea o no someterse a una determinada intervención quirúrgica debe ser, previamente, informado de modo adecuado. Y, además, queda en sus manos optar libremente por aceptar dicha intervención o negarse a ella; o negarse a todas las que se le ofrezcan, con lo que, al menos indirectamente, abre una polémica puerta a la eutanasia. Ha hecho su aparición, lo indicamos ya, el concepto básico de autonomía o poder individual de la voluntad. La citada autonomía o intencionalidad, si queremos ser más exactos, se extiende a todos los campos de la existencia, pero adquiere un especial relieve cuando atañe directamente a la vida y a la muerte. En una conocida publicación de Beauchamps y Childress, constantemente modificada en función de las críticas recibidas, se trató de establecer un esquema regulador de las relaciones entre los derechos y deberes de médicos y pacientes. En los principios orientadores que propusieron como guía, la autonomía aparece como uno de los principios claves. La Biomedicina, por tanto, que es como habría que llamar hoy a la Medicina, se da la mano con el Derecho. Y si volvemos de nuevo al citado consentimiento informado, nos encontramos con que dos disciplinas, la Medicina y el Derecho, nos muestran un ejemplo claro de cómo dos materias, aparentemente separadas, se ven obligadas a una mutua colaboración. La Medicina, describiendo la patología en cuestión, las posibles expectativas y si existen o no alternativas de curación. El Derecho, ponderando el valor de la autonomía, comparándolo con otros principios, es el caso de la justicia, y exigiendo, en fin, que se unifiquen los datos de los que disponemos y sirvan para regular sucesivas situaciones semejantes o similares. Si ampliamos ahora el papel del Derecho a todos los cambios, bruscos, inesperados, deseados o no, y a los que antes aludimos, concluiremos que el concurso del Derecho es imprescindible. Porque no solo pone por delante los discutibles, pero imprescindibles, Derechos Humanos, sino porque, al mismo tiempo, ofrece jurisprudencia y argumentación para salir airosos de dilemáticas situaciones concretas. Piénsese en un adolescente rechazando, por motivos religiosos, una transfusión de sangre en un hospital público. Por otro lado, el Derecho promueve las medidas oportunas para la organización de las leyes generales de la comunidad. Por mucho que fuera el escepticismo respecto a la fundamentación del Derecho, a la proliferación de derechos o a la retórica que los acompaña, es uno de los brazos que componen el cuerpo entero de la Bioética. La Ciencia y, en concreto, la Biología se expandían en Tecnología. Ciencia y Tecnología se abren, por su parte, al Derecho.

IV. La Bioética, en términos estrictos, es una parte de la Ética. Sucede, sin embargo, que la Bioética ha crecido, lo observamos ya, espectacularmente. Y, cosa importante, en un complicado feedback está modificando la Bioética porque modifica al mismo sujeto de la Ética. Enseguida volveremos sobre ello. De momento, recordemos que la Bioética, su etimología lo indica, es por sí misma interdisciplinar. Y es que conjuga Ciencias de la Vida y Principios Morales. Vimos también que las Ciencias de la Vida son varias y conforman una determinada interdisciplinaridad. Y vimos también cómo se incrusta en ellas la Tecnología. Y cómo el Derecho elabora las normas que nos sirven en el juicio que hemos de dar a los experimentos biotecnológicos y a la praxis biomédica. Pero el Derecho, al final, se apoya y recibe su última fundamentación en la Ética. En caso contrario, cae en un vacío positivismo. Más aún, y aunque a algunos oídos suene pretencioso, la Bioética, lo repetimos, queda subsumida en la Ética porque es una parte de ella. Por mucho que haya crecido el retoño bioético de la Ética hasta casi minimizar a esta, el juicio moral atraviesa todos los puntos que compone el segmento bioético. El problema, sin embargo, surge a la hora de construir, en el caso de que fuera posible, una Ética Universal; y, en consecuencia, una Bioética universal. Tal problema tiene una difícil solución porque, de hecho, son varios los obstáculos para la construcción de una Ética Universal.
El primero proviene de la existencia de teorías morales divergentes. Un principialista o deontologista puede preferir que viva Aitor pereciendo Juan, si para que Juan no fallezca hemos de doblegar la voluntad de Aitor. Un utilitarista o consecuencialista, por otro lado, podría no poner dificultad alguna a obviar la voluntad de Aitor con tal de salvar la vida de Juan. Unos, en fin, se rigen por los principios y otros, por la utilidad de las consecuencias. El segundo obstáculo tiene su origen en la inherente incapacidad de toda teoría moral para juzgar completamente un hecho. Expuesto en otros términos, las teorías morales están hipodeterminadas por los hechos. Por mucha que sea la buena voluntad de Pedro en su análisis del hecho X podrá concluir que estamos ante un caso de aborto inaceptable, mientras que Antonio, en su detallado análisis de las circunstancias, concluirá lo contrario. Unos y otros obstáculos parecen insalvables, mientras el Homo Sapiens Sapiens sea lo que es. Existen, eso sí, y en lo que respecta al primer problema u obstáculo, tendencias que pueden aminorar las divergencias o combinar las posturas que, en un principio, son opuestas. Tal vez la solución consista, por eso, en un sano uso alternativo del deontologismo y del utilitarismo. Respecto a los obstáculos a la hora de aplicar la moral a los casos concretos, la única cura posible a esta inherente dificultad propia de las limitaciones humanas sólo la encontramos en un mejor conocimiento de los hechos en cuestión. Nunca agotaremos exhaustivamente los datos de la experiencia y las circunstancias que los rodean, pero siempre podremos mejorar las perspectivas desde donde los enfocamos. En este sentido, el bioético debe tener un conocimiento lo más ajustado posible de lo que sucede en el mundo de las biotecnologías si no quiere hablar en el aire o reducirse a proclamas puramente retóricas. Juzgar moralmente, v. g., cuánta es la dignidad del embrión produce sonrojo cuando se usa, como es habitual, con una laxitud exasperante el concepto de «dignidad» y se posee una idea puramente superficial de lo que es el embrión. Un ejemplo, aunque no único, de tal ignorancia lo encontramos en la reciente Instrucción de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Dignitas personae.
En los últimos tiempos, la Ética evolutiva ha ofrecido remedios en la búsqueda de una Ética Universal. Al mismo tiempo, las neurociencias han insistido en la existencia de una ética subyacente que atravesaría todas las culturas. La Ética evolutiva, por su parte y a pesar de que en ocasiones se queda en simples especulaciones, es de interés para lo que venimos exponiendo. Por un lado, es un caso claro de interdisciplinaridad, puesto que la biología evolutiva se vuelve sobre la ética para afianzarla. Seríamos morales porque previamente la evolución nos ha inyectado la creencia de que tenemos que ser morales. En una especie de retroalimentación se cerraría el círculo entre la biología y la moral. Que después Aitor no se adecue a la moral, mostraría que no somos autómatas sino autónomos, pero no destruiría el componente innato moral. Es una concepción de interés que habría que verificar mucho más y que, desde luego, pondría en cuestión la ética más tradicional y sus esfuerzos por fundamentarla. Y, en el terreno de la universalidad moral, la consecuencia no es otra sino que, por debajo de los tintes de cada cultura, todos poseeríamos unos mínimos morales compartidos. Labor de una pedagogía aún inexistente sería aprovechar ese suelo para que de él naciera una sociedad reconciliada. Y la Bioética Universal se apoyaría, así, con firmeza y no se tambalearía como ocurre todavía hoy.
La Bioética, por definición, es inter y multidisciplinar. Se extiende a otras disciplinas tanto por su constante desarrollo como por la necesidad de conjuntar las diversas materias que la componen. La Ética, por su parte, es su tronco y, al mismo tiempo, recoge los frutos de aquellos saberes sobre los que ejerce su labor a la hora de establecer deberes o promover bienes. La Bioética, en fin, es un modelo en miniatura del ideal, nunca alcanzado, de una ciencia unificada.

Véase: Antropología y bioética, Bioderecho Internacional, Bioderecho, Bioética: instrumento civil, Bioética Internacional, Bioética y religiones, Bioética, Biología molecular, Biología sintética, Biotecnología, Clonación no reproductiva, Clonación reproductiva, Consentimiento (informado), Derechos humanos, Formación en bioderecho, Ecología, Formación en bioética, Genética de poblaciones, Genoma Humano, Ingeniería genética, Multiculturalismo, Nanotecnología, Principio de autonomía, Tecnociencia.

Bibliografía: CASADO, María (editora), Materiales de Bioética y Derecho, Cedes Editorial, Barcelona, 1996; CONILL, Jesús, Glosario para una sociedad intercultural, Bancaja, Valencia, 2002; ECHEVERRIA, Javier, Introducción a la metodología de la ciencia, Cátedra, Madrid, 1999; HOTTOIS, Gilbert / MISSA, Jean- Nöel, Nova enciclopedia de Bioética, Universidad de Santiago de Compostela, 2005; MORA, Francisco, Neurocultura, Alianza Editorial, Madrid, 2007; SANMARTÍN, José, Los nuevos redentores. Reflexiones sobre la ingeniería genética, la sociología y el mundo feliz que nos prometen, Anthropos, Barcelona, 1987; WILSON, Edgard Osborne, Consilience, Galaxia Gutemberg, Barcelona, 1999.


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