Autor: DANIEL SOUTULLO
I. Definición.— Conjunto de métodos encaminados a mejorar la dotación genética de las poblaciones humanas o de los individuos, reduciendo la transmisión de los genes considerados perjudiciales (eugenesia negativa), o promoviendo la propagación de los genes considerados beneficiosos (eugenesia positiva).
II. Origen y desarrollo. 2.1. Origen histórico.— Aunque las referencias a propuestas eugenésicas se remontan como mínimo a Platón, el origen de la eugenesia como doctrina se establece en la segunda mitad del siglo XIX, cuando Francis Galton la define por primera vez en 1883 y sienta las bases para su desarrollo posterior. Según Galton, «la eugenesia es la ciencia que trata de todas las influencias que mejoran las cualidades innatas de una raza; también trata de aquéllas que la pueden desarrollar hasta alcanzar la máxima superioridad».
Para su fundador, y también para sus seguidores en las primeras décadas del siglo XX, la eugenesia era una ciencia, o pretendía serlo, que se apoyaba en las disciplinas biológicas que se estaban desarrollando en aquella época, principalmente la teoría de la evolución darwiniana, la genética mendeliana y, poco después, la genética de poblaciones. Tenía, además, un carácter poblacional; es decir, lo que la eugenesia pretendía era mejorar las poblaciones humanas (o las razas, en la expresión en boga en aquellos tiempos, que denotaba su carácter racista y elitista, común a las primeras generaciones de eugenistas); los individuos como tal no solamente no estaban en el centro de sus preocupaciones, sino que debían subordinarse a los fines presentes y futuros de la eugenesia. En este sentido, el eugenista Charles Richet, premio Nobel de Medicina, escribió en 1922: «El individuo no es nada, la especie lo es todo».
En realidad, lo que verdaderamente obsesionaba a los eugenistas era la calidad y la pureza del llamado plasma germinal, concepto definido por August Weismann en 1880, que hacía referencia al material hereditario, que se transmitía de generación en generación sin ser alterado por las contingencias que los individuos experimentaban a lo largo de sus vidas.
2.2 Puesta en práctica y desarrollo.— Esta subordinación de los individuos a los fines de la eugenesia, centrada en la mejora selectiva del plasma germinal, se concretó, sobre todo, en el establecimiento de leyes de esterilización obligatoria durante la primera mitad del siglo XX, primero en los Estados Unidos (la primera de ellas fue aprobada en el estado de Indiana en 1907) y después en varios países europeos, como Dinamarca (1929), Finlandia (1929), Alemania (1933) y Suecia (1934). La puesta en práctica de estas leyes llevó a la esterilización de cientos de miles de personas, lo que supuso la conculcación de los derechos humanos de grandes grupos de población, aquéllos que según los propagandistas de la eugenesia poseían una calidad genética inferior.
La política de esterilización se combinó, sobre todo en Estados Unidos, con programas de eugenesia positiva, que trataban de estimular la procreación en familias seleccionadas por ciertos rasgos fenotípicos (que se suponía genéticamente determinados). La Sociedad Americana de Eugenesia organizó ferias y concursos de calidad eugenésica, que más bien parecían ferias de ganado, que se extendieron por varios Estados (como, por ejemplo, Kansas).
El desarrollo de la eugenesia estuvo estrechamente ligado al de la genética humana, hasta el punto de que la mayor parte de los genetistas que fundaron y desarrollaron la disciplina eran eugenistas. Esta asociación, como se verá seguidamente, con el tiempo contribuyó a crear un movimiento de reforma de la propia eugenesia, debido a la preocupación cada vez mayor de la genética humana por los problemas médicos.
III. Características de la doctrina eugenésica.— Aunque casi desde sus comienzos aparecieron distintas tendencias entre los defensores de la eugenesia que, con el paso del tiempo, fueron ahondando sus diferencias y haciendo más profundas las divisiones, todas las corrientes defensoras de la eugenesia han presentado ciertas características doctrinales comunes, sobre todo durante las primeras décadas de su desarrollo, hasta prácticamente la mitad del siglo pasado. Buena parte de estas características estaban ya plasmadas en las obras del propio Galton. Sin afán exhaustivo, pueden destacarse las siguientes:
3.1. Hereditarismo o determinismo genético.— Prácticamente todos los eugenistas desde Galton hasta la actualidad se han caracterizado por un determinismo genético bastante marcado, en el sentido de creer que los atributos humanos, tanto individuales (físicos, fisiológicos y de comportamiento) como sociales, están determinados de forma rígida por la dotación genética de los individuos. No todos los defensores del determinismo genético han sido defensores de la eugenesia, pero prácticamente todos los eugenistas se han identificado con el determinismo genético. Difícilmente podría haber sido de otro modo, ya que, si las causas que dificultan el progreso social no están determinadas por los genes, carecería de sentido pretender resolver los problemas sociales mediante un programa de mejora genética de la población.
Esta relación entre determinismo genético y eugenesia es válida tanto para programas políticos basados en criterios eugenésicos —como el que pretendía erradicar la pobreza y la delincuencia presentes en la sociedad norteamericana, sobre todo durante las épocas de crisis de los años 20 y 30 del siglo pasado, mediante la esterilización obligatoria de las personas consideradas débiles mentales ya que, según los eugenistas norteamericanos de la época, la supuesta debilidad mental hereditaria era la causante de esos problemas sociales— como para las propuestas eugenésicas de tipo médico-sanitario, como por ejemplo aquéllas que ponen el acento en la intervención genética frente a otros tipos de medidas basadas en la mejora de las condiciones de vida (higiene, nutrición, vacunaciones, infraestructuras, etc.). Como afirmara el insigne genetista y eugenista convencido Ronald Fisher, «el reformador social ordinario parte de la creencia de que ningún medio es lo bastante bueno para la humanidad; y sin contradecir lo anterior, el eugenista puede añadir que el hombre jamás será demasiado bueno para su medio».
3.2. Pesimismo genético y social.— Otra de las características de la doctrina eugenésica presente desde el comienzo fue una especie de fatalismo o pesimismo genético y social. Galton consideraba que la civilización moderna debilitaba los efectos de la selección natural al permitir que las cepas más débiles propagasen su estirpe con tasas reproductivas muy altas, lo que era causa de graves problemas sociales. Según su opinión, la eugenesia se imponía como una necesidad para poder llevar a cabo la selección de los individuos más aptos que, en condiciones «naturales», debería efectuar la selección natural. Dirá, a este respecto, que «lo que la naturaleza hace ciega, lenta y burdamente, el hombre debe hacerlo previsora, rápida y suavemente».
Científicos importantes, como los galardonados con el premio Nobel Alexis Carrel y Hermann Muller, ambos también eugenistas destacados, compartían la misma obsesión por la decadencia genética de las poblaciones humanas. Muller, que combinaba su ideología de izquierda con la fe en una eugenesia reformada libre de prejuicios racistas, obtuvo el premio Nobel por sus trabajos sobre los efectos mutagénicos de los rayos X, que le llevaron a desarrollar el concepto teórico de lastre mutacional, referido a la acumulación de mutaciones perjudiciales recesivas en los individuos, lo que, a su vez, condicionó muchas de sus ideas sobre la necesidad de la eugenesia. Muller pensaba que los efectos combinados de las radiaciones, por un lado, al hacer aumentar la tasa de mutaciones deletéreas, y de la Medicina moderna, por otro, al permitir que sobrevivieran individuos que de otro modo tendrían escasas probabilidades de transmitir sus genes a la descendencia, conducirían a la humanidad a un escenario en el que a medio plazo «todos serán inválidos, y cada uno a la manera propia de su familia». Ante este panorama sombrío, la eugenesia se imponía como una necesidad, ya que de lo contrario «el futuro de la especie humana es el de terminar teniendo dos tipos de individuos: los que estén tan afectados por defectos genéticos que apenas podrán moverse, y los que estén menos afectados pero que pasen todo su tiempo cuidando de los primeros».
3.3. Clasificaciones jerárquicas.— Una tercera característica de la eugenesia es una especie de afán clasificatorio. Si en sus comienzos se clasificaban los individuos y las poblaciones en buenos y malos linajes, casi siempre basados en prejuicios racistas y clasistas, en la eugenesia moderna las clasificaciones se han trasladado a los genes, que se consideran buenos o malos, sobre todo en relación con la posibilidad de causar enfermedades hereditarias. Aunque, como se ha apuntado, la eliminación de genes deletéreos ha sido una de las obsesiones del movimiento eugenésico, la determinación de qué genes deben ser objeto de esa eliminación ha sido siempre problemática. Más allá de aquéllos que provocan enfermedades graves en cualquier circunstancia, los efectos de los genes dependen en buena medida del contexto, tanto genético como ambiental, en el que se expresan. Por ello, en la mayoría de los casos no es posible asignar una etiqueta de bueno o malo a un gen. Los efectos pleiotrópicos (aparición de varios efectos fenotípicos, sin relación aparente, causados por un mismo gen) pueden hacer que un gen aparentemente perjudicial se convierta en beneficioso. En cualquier caso, a nivel poblacional la pérdida de diversidad genética que conllevarían los programas de eliminación selectiva de genes en las poblaciones humanas es considerada, en general, desaconsejable y peligrosa.
3.4. Prioridad de lo genético frente a lo ambiental.— Los eugenistas, al poner tanto énfasis en el plasma germinal o, más recientemente, en los genes, siempre han considerado que las intervenciones genéticas son las únicas importantes. Las modificaciones fenotípicas inducidas por el ambiente sobre los individuos desaparecen con éstos, ya que los caracteres adquiridos no son heredables; por tanto, carecen de trascendencia evolutiva. Como la finalidad de la eugenesia es la evolución hacia una humanidad de calidad genética mejorada o superior, aquellas intervenciones que no conllevan consecuencias evolutivas tienen poco interés para ella.
Pero no todas las intervenciones genéticas importan por igual a la eugenesia; únicamente aquéllas que tienen consecuencias hereditarias son consideradas relevantes. Como es sabido, no todo lo genético es hereditario aunque, a la inversa y salvo algunos casos (como los caracteres influidos por mecanismos epigenéticos, que provocan que determinadas influencias ambientales afecten a su expresión y puedan transmitirse a la descendencia), los caracteres hereditarios son transmitidos por los genes de las células reproductoras (aunque su expresión esté también influida por el ambiente). Los cambios en los genes de las células somáticas (que constituyen los tejidos corporales), al no afectar a la línea germinal, no se transmiten a la descendencia y, en consecuencia, no tienen consecuencias en la evolución de las poblaciones. Estos cambios, como los provocados por la terapia génica somática, poco tienen que ver con las preocupaciones de la eugenesia, aunque las técnicas genéticas que los hacen posibles formen parte del conjunto de métodos de los que se dota la eugenesia para sus propósitos.
IV. Evolución de la eugenesia.— La historia de la eugenesia está plagada de experiencias muy negativas. Los excesos doctrinales de los eugenistas de principios del siglo XX, que combinaban unos conocimientos muy deficientes en cuestiones de Genética (la Genética humana apenas había empezado a dar sus primeros pasos) con extrapolaciones hereditaristas que llegaban a rozar el ridículo (el líder de la eugenesia norteamericana, Charles Davenport, creía que el amor al mar de los marinos, que el denominaba talasofilia, era debido a un gen recesivo ligado al sexo) y con prejuicios sociales muy marcados, en los que el racismo y el clasismo eran omnipresentes, así como las consecuencias de la aplicación de las leyes de esterilización, llevó a un buen número de científicos eugenistas a promover una corriente crítica, denominada de eugenesia reformista por algunos historiadores de la eugenesia, como Daniel Kevles. Aquélla se desarrolló desde mediados de la década de los 20 hasta el final de la segunda guerra mundial. A partir de este momento, con el conocimiento público de los horrores cometidos por el nacionalsocialismo, muchos de ellos en nombre de la selección eugenésica y de la pureza de la raza aria, la eugenesia adquirió un enorme descrédito y aunque eso no llevó directamente a su desaparición, la propia denominación de eugenesia dejó de ser empleada en la práctica.
Los objetivos de la eugenesia reformista pueden enunciarse en cuatro proposiciones: 1) expurgar la eugenesia de prejuicios racistas y clasistas; 2) hacer de la genética humana una disciplina científica seria en la que puedan apoyarse los programas eugenésicos; 3) estudiar los caracteres hereditarios humanos con vistas a lograr la curación de las enfermedades hereditarias; 4) mejorar el patrimonio genético de la humanidad recomendando la procreación de los mejor dotados mediante la educación y la aceptación voluntaria.
Aunque la eugenesia reformista se orienta de forma predominante hacia los problemas de genética médica, que considera una cuestión privada de los individuos y de las familias en contraposición con el carácter estatal y coercitivo de la eugenesia clásica, no abandona los proyectos de mejora social mediante la selección eugenésica, pero enfatiza la importancia de su aceptación voluntaria. Sin embargo, las prácticas eugenésicas en forma de esterilizaciones forzosas no cesan por completo hasta casi los años setenta, aunque se van reduciendo paulatinamente, y las leyes en las que se amparaban van siendo derogadas o dejándose de aplicar hasta desaparecer con el tiempo.
Esta corriente de reforma de la eugenesia, que intenta dotarla de un carácter más científico y menos ideológico, más preocupada por las cuestiones sanitarias y menos por un programa de ingeniería social, hizo necesaria la formulación de nuevos conceptos que permitiesen separar los fines político-sociales de la eugenesia clásica de los procedimientos terapéuticos destinados a evitar la transmisión de enfermedades hereditarias, que también formaban parte de los objetivos de la eugenesia. Surgió, de este modo, la distinción —problemática, discutible y no siempre de fácil delimitación— entre eugenesia y eugenismo.
4.1. Neoeugenesia.— La nueva eugenesia, o neoeugenesia como también se la conoce, se compone de un conjunto de métodos preventivos o terapéuticos, de carácter tecnocientífico, destinados a impedir la transmisión de las enfermedades hereditarias. Su orientación biosanitaria hace que la mayoría de ellos (consejo genético, diagnóstico prenatal seguido de aborto provocado, selección de embriones mediante diagnóstico preimplantatorio, etc.) puedan estar integrados en la red sanitaria pública de muchos países. Aunque son fuente de polémicas de carácter bioético, la mayoría de estos métodos gozan de una amplia aceptación social. Ello es debido a que su finalidad es combatir el sufrimiento humano que provocan las enfermedades hereditarias, muchas de ellas aún sin tratamientos eficaces para su curación.
Uno de los primeros defensores de la neoeugenesia, como forma de reducir los efectos negativos del azar sobre la procreación humana, fue el bioético Joseph Fletcher quien, en 1974, argumentó a favor del control genético de ésta, para así poder terminar con lo que denominó la «ruleta reproductiva».
La neoeugenesia, al igual que el moderno eugenismo que será tratado a continuación, se presenta como un asunto privado y de aplicación voluntaria, pero, a diferencia de aquél, ésta no tiene un carácter político-ideológico. Tanto en sus objetivos sanitarios como en las motivaciones de las familias preocupadas por el bienestar de sus hijos, la eugenesia actual aparece completamente desligada de los presupuestos ideológicos del eugenismo. Por el contrario, en la mayoría de los casos el recurso al uso de sus técnicas aparece como una extensión beneficiosa de los progresos científicos en los campos de la Biología molecular y de la Medicina. En los debates a los que su aplicación puede dar lugar, los principios bioéticos de autonomía, beneficencia y justicia suelen ser invocados para justificar tanto su licitud moral como su aceptación social.
4.2. Eugenismo.— El eugenismo se corresponde con el núcleo ideológico de la eugenesia clásica, aquél que se constituyó en un verdadero movimiento sociopolítico que pretendía resolver problemas sociales, reales o ficticios, realizando cambios en el acervo génico de la especie humana. Es, pues, una ideología que predica un mensaje de reforma social mediante la selección genética. Aunque ha perdido gran parte de su atractivo, el eugenismo como ideología no es algo del pasado. Siguen existiendo científicos y filósofos eugenistas, aunque no usen ese calificativo, que defienden programas de mejora genética de las poblaciones humanas, incluso para rasgos socialmente tan controvertidos como la inteligencia. Los filósofos Tristram Engelhardt y John Harris y el biólogo molecular Daniel Cohen son algunos de los que han abogado por la modificación de la naturaleza humana mediante intervenciones genéticas. Cohen vaticina que «llegará un momento en que, indefectiblemente, el hombre se planteará la cuestión de trascender de sus propias fronteras biológicas. Yo creo en la posibilidad de una nueva evolución biológica humana, consciente y deliberada, porque no me parece probable que el Homo sapiens, este individuo apresurado y celoso, espere paciente y modesto la emergencia de una nueva especie humana por la vía anacrónica de la selección natural». Por su parte, Tristram Engelhardt cree que «la naturaleza humana, tal y como hoy la conocemos, será inevitablemente —por buenas razonas morales de carácter laico— remodelada tecnológicamente». Harris, a su vez, considera que «los beneficios de producir algunos seres humanos transgénicos con funciones realzadas son formidables, y estos beneficios podrían redundar en la sociedad en su conjunto, así como en los individuos mismos». Los ecos de la eugenesia clásica están presentes en estas visiones prometeicas de la naturaleza humana futura.
El eugenismo moderno, aunque heredero ideológico del eugenismo clásico, presenta, sin embargo, algunas diferencias notables con respecto de aquél.
En primer lugar, en sus manifestaciones prácticas el eugenismo clásico tuvo predominantemente un carácter estatal y coercitivo, que se concretó en la aprobación de leyes. Por el contrario, en su caracterización, el eugenismo moderno tiene un carácter privado y voluntario, en el sentido de que son los individuos o las familias las que han de tomar las decisiones que consideren más convenientes en uso de sus derechos reproductivos.
En segundo lugar, las ideas racistas y clasistas de los eugenistas de antaño han desaparecido en sus defensores actuales. No existe, pues, en el eugenismo actual una formulación discriminatoria explícita en defensa de unos grupos sociales con respecto a otros. A pesar de esto, la cuestión de sus posibles consecuencias discriminatorias constituye uno de los aspectos más controvertidos y criticados del nuevo eugenismo. Porque, en la medida en que se seleccionen caracteres socialmente deseables, sus portadores podrían contar con ventajas y, tal vez también, con privilegios sociales derivados de ellos frente a los individuos no portadores. Además, algunos de estos rasgos seleccionados solamente serían interesantes si los poseyesen solamente unas pocas personas. Su generalización en las poblaciones podría hacer desaparecer la ventaja de poseerlos, por lo que la selección eugenésica para estos rasgos perdería su razón de ser.
En tercer lugar, el eugenismo clásico, aunque hacía propaganda de medidas tanto de eugenesia positiva como negativa, en la práctica se orientó hacia esta última mediante la política de esterilizaciones forzosas. Por el contrario, el eugenismo moderno preconiza sobre todo formas de eugenesia positiva que, mediante la aplicación de las técnicas genéticas que está desarrollando la biología molecular, permitan seleccionar genes o combinaciones de genes con funciones especialmente realzadas. Las medidas de eliminación de genes perjudiciales propias de la eugenesia negativa están en la actualidad desligadas del eugenismo y son consideradas problemas biosanitarios.
4.3. Transhumanismo.— En los últimos años se ha ido gestando una nueva forma de eugenismo que se encuadra dentro de una corriente filosófica identificada con el nombre genérico de transhumanismo, que preconiza la transformación de los seres humanos mediante el uso de la tecnología más avanzada. El transhumanismo constituye un movimiento plural que en muchas de sus manifestaciones no guarda relación con la eugenesia. Una de sus primeras expresiones fue el artículo del filósofo Max More titulado «Transhumanisn: Towards a Futurist Philosophy» publicado en 1990.
Se puede identificar un transhumanismo cultural y otro tecnocientífico. Dentro de este último existen dos corrientes: la primera se apoya en investigaciones de inteligencia artificial y de robótica, para preconizar la incorporación de prótesis que potencien las capacidades humanas, cuyo fin último sería la fusión con las máquinas para lograr nuevos seres, mitad humanos mitad robots (cíborgs), con capacidades muy superiores a las humanas, que incluso trasciendan la naturaleza humana original. La segunda de ellas, que es la que guarda una relación estrecha con la eugenesia, sobre todo con la eugenesia positiva, está representada por los defensores del mejoramiento biológico humano mediante técnicas genéticas. Esta forma de transhumanismo, bautizada por algunos autores como «eugenesia 2.0», puede considerarse una forma extrema de eugenismo, aunque sus objetivos difieren en algunos aspectos de otras formas anteriores de eugenismo. La principal diferencia radica en que el eugenismo pretendía, o pretende, la manipulación genética de los individuos con el objetivo de «mejorar» la especie humana, mientras que el transhumanismo biotecnológico busca, en última instancia, la superación de la especie humana tal como la conocemos y su sustitución por una nueva especie, transhumana o posthumana, de características genéticas nuevas muy superiores a las humanas. Algunos de sus defensores argumentan que, del mismo modo que la eugenesia clásica pretendía poner en práctica una selección artificial que potenciase o sustituyese a la más lenta evolución por selección natural, el transhumanismo pretende impulsar una especiación dirigida hacia una nueva especie posthumana, un mecanismo de especiación que sustituya al que ya está presente en la propia evolución biológica, pero que resulta ciego, ineficiente y muy lento. El principal instrumento para lograr este objetivo sería el uso de las técnicas que la biología sintética está empezando a desarrollar y que superarán, por su gran capacidad de intervención y de diseño, a las más obsoletas, propias de la biología molecular actual.
En líneas generales, las técnicas de la nueva eugenesia, con finalidad preventiva o terapéutica, gozan de amplia aceptación, aunque algunas de ellas son objeto de controversia, en particular las que afectan a la manipulación de embriones (como la selección embrionaria mediante su diagnóstico preimplantatorio) y la no practicada todavía terapia génica germinal. Por su parte, el eugenismo goza de pocos adeptos y sus postulados son considerados muy problemáticos desde el punto de vista moral, aunque en los últimos tiempos, debido a la irrupción del transhumanismo, que es especialmente activo en Internet, está empezando a experimentar un cierto renacimiento y a gozar de un mayor número de propagandistas.
V. Métodos eugenésicos.— Los métodos eugenésicos, tanto de eugenesia negativa como positiva, han ido cambiando a lo largo del tiempo en función de los avances científicos experimentados en diversos campos. En sus orígenes se basaban en la detección y selección de rasgos fenotípicos que, en conjunto, suelen calificarse con el término de eugenesia en sentido amplio. Posteriormente, el desarrollo de la Biología molecular y de la Embriología ha permitido la aparición de técnicas para identificar los genes y actuar directamente sobre ellos. Estas intervenciones que tienen por objeto directo el genoma de los individuos, sobre todo aquéllas que procuran una modificación hereditaria y no tanto somática, suelen calificarse de eugenesia en sentido estricto.
Los principales métodos eugenésicos empleados a lo largo de la historia o que podrían llegar a ser empleados en un horizonte de futuro a medio plazo, clasificados en función de su potencialidad de servir a una eugenesia negativa o positiva o a ambas, serían los siguientes:
5.1. Métodos de eugenesia negativa.— Métodos anticonceptivos (incluida la esterilización voluntaria o forzosa), para reducir o impedir la natalidad.
— Consejo genético.
— Diagnóstico prenatal seguido de aborto provocado.
— Restricciones o prohibición del matrimonio, como la obligatoriedad de un certificado médico prenupcial en Chipre, cuya finalidad era la prevención de la talasemia.
— Segregación y/o internamiento.
— Eliminación física (infanticidio y eutanasia)
5.2. Métodos de eugenesia positiva.— Estímulos a la procreación (económicos, privilegios sociales diversos, etc.).
— Selección germinal mediante bancos de semen escogido.
— Clonación reproductiva.
— Partenogénesis (no realizada nunca en mamíferos; en el estado de conocimientos actual parece imposible su viabilidad práctica debido a los problemas de impronta genómica asociados).
5.3. Métodos de doble uso.— Selección de embriones mediante diagnóstico preimplantatorio.
— Selección gamética mediante diagnóstico preconceptivo.
— Cirugía genética (terapia génica germinal e ingeniería genética de mejoramiento).
VI. Eufenesia.— El fenotipo de los caracteres hereditarios está influenciado por los genes y, salvo algunas excepciones, también por el ambiente. Los cambios en la expresión fenotípica mediante modificaciones genéticas se engloban bajo el dominio de la eugenesia, se utilicen para ello los métodos tradicionales de selección (eugenesia en sentido amplio) o la modificación directa del genoma (eugenesia en sentido estricto). Por el contrario, las modificaciones fenotípicas provocadas por cambios ambientales entran dentro del ámbito de la eufenesia. Ésta consiste, pues, en la mejora del fenotipo mediante la manipulación del ambiente. La corrección de la fenilcetonuria mediante una dieta carente del aminoácido fenilalanina sería una actuación eufenésica, mientras que la selección de embriones no portadores del gen de la enfermedad mediante diagnóstico preimplantatorio sería una actuación eugenésica.
Las diferencias entre eugenesia y eufenesia radican, además de en el distinto blanco sobre el que actúan, en las consecuencias que provocan. Las intervenciones eugenésicas no sólo producen un efecto permanente sobre los individuos objeto de la intervención, sino que también son hereditarias, ya que esa es precisamente su finalidad principal. Las de carácter eufenésico pueden en ocasiones tener un efecto permanente sobre los individuos, pero en muchos casos no lo tienen, de tal modo que una vez desaparecido el factor ambiental que las ocasiona puede cesar su efecto fenotípico. Además, salvo en aquellos casos en los que participan mecanismos epigenéticos, nunca tienen un carácter hereditario, debido a que los caracteres adquiridos ambientalmente no son heredados. En este último aspecto se asemejan a los cambios genéticos somáticos, como la terapia génica somática que, aunque actúan directamente sobre los genes al igual que los métodos de eugenesia en sentido estricto, tampoco son heredables por no afectar a la línea germinal, responsable de la formación de las células reproductivas.
VII. Consideraciones finales.— La nueva eugenesia o neoeugenesia, como conjunto de métodos científico-técnicos orientados al control de la reproducción humana con una finalidad sanitaria de carácter preventivo o terapéutico, es un fenómeno del presente y más aún lo será del futuro, aunque no se la denomine con el nombre de eugenesia, por las connotaciones tan negativas que históricamente tiene asociadas. Una presencia, además, que goza de una aceptación social amplia y en aumento. Hay tres factores cuya interacción propician que esta presencia tienda a consolidarse.
En primer lugar, los avances en las técnicas de diagnóstico y manipulación genética que el desarrollo de la Biología molecular, por un lado, y de la Embriología, por otro, están permitiendo y que permitirán más aún en el futuro. Son instrumentos cada vez más poderosos, fiables y seguros que previsiblemente pondrán al alcance de los servicios sanitarios y de la ciudadanía la posibilidad de combatir más eficazmente las enfermedades hereditarias reduciendo drásticamente su transmisión a la descendencia.
En segundo lugar, la importancia creciente que, en las sociedades desarrolladas, tiene la promoción de la calidad de vida, de la salud y de tener hijos sanos, sin depender del azar de la reproducción. Esta importancia está llevando al uso creciente de los métodos de diagnóstico prenatal en todas sus variantes y a su más que probable generalización en las próximas décadas en muchos países.
En tercer lugar, la consolidación del ideal de autonomía de las personas como sujetos responsables, dueños de las decisiones más trascendentales que afectan a sus vidas. Una de sus consecuencias importantes será, está siendo ya, que se extienda en las sociedades la concepción de los derechos a la procreación, entendidos como conjunto de derechos a tener hijos cuándo, cuántos, cómo y en las condiciones más favorables que las familias deseen en función de sus proyectos de vida. La plasmación legal de estos derechos dependerá de cada país, de sus tradiciones jurídicas y de sus condiciones político-sociales pero, indudablemente, es este un proceso perfectamente identificable en todas las sociedades democráticas con un cierto grado de desarrollo y de nivel de vida.
Por su parte, el eugenismo, como programa político de reforma de la sociedad mediante la modificación de las características genéticas socialmente deseables de los individuos, genera importantes temores y es justamente considerado peligroso desde el punto de vista social y rechazable desde el punto de vista ético, por ser atentatorio contra los derechos y la dignidad de las personas. A pesar de esto, la ideología del eugenismo nunca ha llegado a desaparecer. En distintos momentos, corrientes minoritarias e incluso personas influyentes han venido proponiendo diversas fórmulas audaces de eugenismo más o menos «democrático». El surgimiento del transhumanismo tecnológico en los últimos años sugiere que, debido a las potencialidades de la biología moderna (en especial las técnicas que está desarrollando la biología sintética), el eugenismo pueda gozar de una mayor aceptación en el futuro próximo, entre sectores que abogan por un uso indiscriminado y ciertamente acrítico de la tecnología moderna aplicada al ser humano.
Bibliografía:
Bibliografía.—
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