ENCICLOPEDIA de BIODERECHO y BIOÉTICA

Carlos María Romeo Casabona (Director)

Cátedra de Derecho y Genoma Humano

embrión (Técnico)

Autor: JUAN RAMÓN LACADENA CALERO

I. Introducción.—Cuando se hace mención al «estatuto del embrión humano» se está haciendo referencia implícita al embrión en las fases tempranas de desarrollo durante los primeros catorce días de vida, que abarcan desde que termina el proceso de la fecundación hasta el final de la implantación en el útero materno (anidación) en el proceso de reproducción humana in vivo. Para hacer un análisis exhaustivo del «estatuto del embrión» habría que considerarlo desde los puntos de vista biológico, ontológico, ético, jurídico y teológico. En el presente artículo se tratará del estatuto biológico (¿cómo se forma el embrión humano?), haciendo algunas breves consideraciones sobre el estatuto ontológico (¿qué es el embrión humano?).
El ciclo vital de un ser humano se inicia a partir de una célula única (cigoto) formada por la fecundación de los gametos masculino (espermatozoide) y femenino (óvulo o, más estrictamente, ovocito). Desde el punto de vista genético y ético, la problemática del proceso de individualización de la nueva vida humana, iniciada en la fecundación, tiene que ver con las propiedades de unicidad (ser único e irrepetible) y de unidad (ser uno solo). También el aspecto de la mismidad o identidad genética, referida como la capacidad genética del organismo humano de distinguir lo propio de lo extraño, puede tener alguna significación. A la discusión genética habría que añadir el aspecto embriológico del desarrollo embrionario en referencia al término (el individuo nacido).

II. Consideraciones genéticas y biológicas sobre el desarrollo embrionario humano. 2.1. El proceso de reproducción humana.—El ciclo vital humano se inicia a partir de una célula única —el cigoto— formado por la fecundación de dos gametos (óvulo y espermatozoide) que, tras el proceso de desarrollo, dará lugar a la formación del individuo adulto el cual, al alcanzar la madurez sexual, producirá a su vez gametos, iniciando así un nuevo ciclo de reproducción sexual.
La formación de los gametos (gametogénesis) implica una reducción en el número cromosómico (de diploide a haploide) y una serie de cambios moleculares y celulares que los preparan para participar en la fecundación y para el desarrollo embrionario. El óvulo puede ser fecundado inmediatamente después de ser liberado por el ovario; sin embargo, para poder participar en la fecundación, los espermatozoides han de experimentar una larga serie de procesos de maduración en el tracto masculino («maduración epididimaria») una vez producidos en los testículos y, cuando son transferidos al tracto reproductor femenino, deben completar su preparación («capacitación»).
En el proceso biológico de la reproducción humana se pueden diferenciar cuatro etapas que representan situaciones genéticas y embriológicas muy distintas a las que pueden corresponder cuestiones éticas, jurídicas y teológicas diferentes. Tales etapas son:
1.ª: gametos → fecundación → cigoto
2.ª: cigoto → embrión de 2, 4,… → células →
mórula → blastocisto → anidación
3.ª: anidación → feto
4.ª: feto → nacimiento.
Desde el punto de vista biológico, el término embrión humano se refiere al organismo humano en las etapas que siguen a la primera división del cigoto (embrión de dos células) hasta su paso a feto al final de la 8.ª semana a partir de la fecundación. En lo que sigue se hará especial referencia a las dos primeras etapas señaladas que corresponden al proceso de la fecundación y al embrión preimplantatorio, objeto de manipulación y experimentación en las técnicas de reproducción asistida por fecundación in vitro.
En el presente contexto es importante señalar tres aspectos relacionados con todo proceso biológico en general y con el proceso de desarrollo en particular: 1) Un primer aspecto es el de la continuidad, que imposibilita distinguir con exactitud el «antes» y el «después»; 2) el segundo aspecto hace referencia, sin embargo, a que la continuidad o gradualidad de los procesos biológicos es compatible con la emergencia instantánea de propiedades nuevas cualitativamente diferentes a las existentes en un momento anterior; 3) el tercer aspecto se refiere a que el todo biológico no es igual a la suma de las partes, indicando con ello el riesgo de la aplicación del reduccionismo en la Biología.
2.2. Gametos → fecundación → cigoto.—En relación con la primera etapa de la reproducción humana, ya se ha indicado antes que supone un cambio drástico por cuanto se pasa de la existencia de dos realidades diferentes —los gametos— a una nueva realidad: el cigoto. Sin embargo, es conveniente ya resaltar aquí el aspecto de la continuidad de los procesos biológicos antes mencionada. Incluso en esta primera etapa, que es aparentemente la más clara en la problemática que nos ocupa, hay que señalar que el propio proceso de la fecundación es largo y complejo desde que el espermatozoide entra en contacto con el ovocito y penetra en su citoplasma hasta que se produce la aproximación de los pronúcleos masculino y femenino e inician simultáneamente la mitosis de la primera división celular tras la síntesis del ADN de ambos pronúcleos, tal como se indica a continuación:
1) El espermatozoide penetra a través de las células del cúmulo (cumulus oophorus) que rodea al ovocito y de la zona pelúcida. Las cubiertas del óvulo contienen moléculas que inducen en el espermatozoide la liberación de enzimas contenidas en el gránulo acrosómico (la «reacción acrosómica») que ayudan al espermatozoide a penetrar dichas membranas. Esta reacción es esencial para que el espermatozoide pueda penetrar la zona pelúcida. A continuación se fusiona con la membrana plasmática del óvulo, aparentemente en una región específica de la superficie del mismo. Con excepción del núcleo, las estructuras del espermatozoide, incluidas las mitocondrias, degeneran.
2) La fusión del espermatozoide produce en el óvulo una serie de cambios morfológicos y bioquímicos, denominados «activación del oocito», que resultan en la exocitosis de los gránulos corticales (lo que impide la entrada de otros espermatozoides) y la finalización de la meiosis con la formación del pronúcleo femenino y la eliminación de un segundo cuerpo polar. La cabeza del espermatozoide se descondensa y forma el pronúcleo masculino. Ambos pronúcleos se aproximan, las membranas nucleares se desintegran, y sus cromosomas se entremezclan (singamia) antes de la primera división mitótica. En general no hay fusión de los dos pronúcleos. Se restaura el número diploide de cromosomas. El óvulo fecundado se denomina cigoto, o célula huevo.
3) Síntesis del ADN previa al inicio de la mitosis de la primera división celular. No es correcto, por tanto, hablar del «momento» de la fecundación porque no se trata de un instante, sino de un proceso que dura unas veinte horas, más o menos. Por tanto, ¿en qué «momento» preciso podría decirse que existe ya el cigoto? Este interrogante afectaría, por ejemplo, a las posturas que mantienen que la persona aparece en el «momento» de la fecundación.
En el sentido contrario, existe actualmente una corriente científica, a mi juicio errónea, que defiende que la terminación de la fecundación ocurre cuando los complementos cromosómicos de origen paterno y materno quedan incluidos en una membrana nuclear común al término de la primera división celular. Sin embargo, parece más correcto afirmar que la terminación de la fecundación como proceso no debería situarse, como mucho, más allá de cuando los dos pronúcleos han replicado ya su ADN y están en condiciones de iniciar el proceso de mitosis de la primera división celular.
Algunos opinan que existe un solapamiento entre la fecundación y el desarrollo porque el desarrollo embrionario puede darse por comenzado cuando se inicia la cadena de señales moleculares estimuladas por la entrada del espermatozoide.
2.3. Cigoto → embrión de 2, 4,… → células → mórula → blastocisto → anidación.—La segunda etapa (cigoto → embrión de 2, 4, 6, 8… células → mórula → blastocisto → anidación) es, desde el punto de vista genético, la más crucial en relación con la problemática de la reproducción humana, tanto en el aspecto de la intercepción (por ejemplo, los dispositivos intrauterinos, DIUS, o cualquier otro mecanismo que impida la implantación como la «píldora del día siguiente») como en el de las nuevas técnicas de reproducción asistida que implican la manipulación de embriones ya que, como se verá más adelante, cuestiona la individualización del nuevo ser humano.
A continuación se indican algunos aspectos de la cronología de las primeras fases del desarrollo embrionario, tanto en la fecundación in vitro como in vivo:
a) Cronología de la fecundación in vitro:
1. Obtención del ovocito e inicio del proceso de fecundación.
2. Se forma el cigoto con los dos pronúcleos (20 horas a partir del inicio del proceso).
3. Embrión de 2 células (24-25 horas).
4. Embrión de 4 células (38 horas).
5. Embrión de 8 células (mórula, activación del genoma que controla su propio desarrollo, 42 horas).
6. Mórula de 16 células (68 horas).
7. Compactación de la mórula de 32-64 células (4 días).
8. Blastocisto de 200-300 células formado por la masa celular interna (MCI) con 30-34 células y el trofoblasto o trofoectodermo externo (5 días).
b) Cronología de la fecundación in vivo:
1. La fecundación ocurre en las trompas de Falopio.
2. Embrión de 2 células (blastómeros) que inicia el camino hacia el útero (36 horas).
3. Embrión de 4 células (60 horas).
4. Embrión de 6 – 8 células (3 días).
5. Mórula de 16 células (todavía totipotentes) que forman un grupo compacto. Llega al útero (4 días).
6. Blastocisto: las células continúan dividiéndose hasta alcanzar un número aproximado de 100 y crean una cavidad central (blastocele), formándose una capa externa (trofoblasto, que originará la placenta y otras membranas extraembriónicas) que rodea a un grupo de 20-30 células que quedan pegadas a la pared interior (masa celular interna, MCI, o embrioblasto). Las células de la MCI son pluripotentes (6-7 días).
7. El blastocisto ha terminado la anidación. La MCI da lugar al disco embrionario de un diámetro de 0,5 mm que contiene unas 2.000 células. Aparece la línea primitiva (14 días).
8. En el proceso de gastrulación (días 15 a 18) se transforma el disco embrionario bilaminar en trilaminar (ectodermo, mesodermo y endodermo). El embrión crece hasta 2,3 mm de longitud. Empiezan a aparecer los primordios que originarán los principales órganos (3.ª semana).
9. Paso de embrión a feto, que contiene ya el diseño prácticamente completo del nuevo individuo (final de la 8.ª semana — principio de la 9.ª semana).
En el proceso de reproducción humana in vivo, tras la fecundación del óvulo por el espermatozoide que ocurre en la parte superior de las trompas de Falopio, el huevo fecundado inicia su camino hacia el útero a la vez que se va dividiendo (embrión de 2, 4, 6, 8 células, mórula), alcanzándolo a los tres o cuatro días. Es decir, a la semana de haber ocurrido la fecundación es cuando el embrión, ya en estadio de blastocisto, comienza a fijarse en las paredes del útero, tardando aproximadamente otra semana más en concluir su fijación (anidación o implantación). Por consiguiente, puede aceptarse como regla general que la anidación concluye unas dos semanas (catorce días) después de la fecundación. La importancia de la anidación en el proceso embriológico es tan grande que muchos consideran que el embarazo empieza con el final de la anidación, no con la fecundación. No hay que confundir gestación con concepción. Otros argumentan, en esta misma línea, que hasta que el embrión no está anidado no es posible diagnosticar clínicamente el embarazo. Por otro lado, se estima que una elevada proporción (50%) de embriones no consiguen llevar a cabo la implantación y mueren (un 18% en la primera semana y un 32% en la segunda semana).
2.3.1. El embrión en la fase de blastocisto.— El blastocisto es el embrión en la fase de desarrollo que sigue a la mórula y que empieza a formarse hacia el quinto día después de la fecundación. Consta de una capa externa de células (trofoblasto o trofoectodermo) con una cavidad interior (blastocele) y un grupo de células pegadas a su cara interna que constituye el embrioblasto o masa celular interna (MCI). Las células troncales pluripotentes, tan importantes en la investigación actual, se encuentran en la MCI. El futuro embrión sólo se desarrollará a partir de las células de la MCI que se diferencian en epiblasto, el cual se transformará en el disco embrionario (que dará lugar al embrión propiamente dicho), y en hipoblasto, que dará lugar al ectodermo amniótico. Por su parte, el trofoblasto no produce estructuras embriónicas, sino que dará lugar al corion, que es la porción embriónica de la placenta.
Ante esta realidad embriológica podría plantearse la cuestión de si las células totipotentes (blastómeros) de un embrión de 2, 4, 6, 8 células o de una mórula pueden ser o no manipuladas ya que podría ocurrir que no tuvieran aún definido su destino genético en cuanto a ser precursoras del embrioblasto o del trofoblasto. En este segundo caso podría decirse que no se estaba dañando al futuro individuo.
Algo similar sucede con las propias células de la masa celular interna por cuanto unas darán lugar al epiblasto y éste al disco embrionario, mientras que otras originarán el hipoblasto que producirá estructuras extraembriónicas (saco vitelino, etc.).
2.4. Anidación → feto.—Durante el principio de la tercera etapa se produce la gástrula (del 15.º al 18.º día), diferenciándose las tres capas germinales primitivas (ectodermo, mesodermo y endodermo) de las que derivarán los tejidos y órganos del futuro organismo. Durante la gastrulación, el ectodermo da lugar al tejido de la placa neural que más tarde se repliega para formar la cuerda espinal y el cerebro.
El embrión continúa su desarrollo de manera que al final de la cuarta semana se puede decir que ya ha adquirido el plano general del futuro ser; es decir, representa un sistema en el que empieza a estar definido, aunque sea de forma inicial, el término: el ser nacido. Al final de la octava semana la diferenciación del «sistema como sistema» ha terminado, dando lugar al desarrollo. Es la transición de embrión a feto.
2.5. Feto → nacimiento.—Durante la cuarta etapa, a partir del estadio anterior se produce el desarrollo fetal desde el tercero al noveno mes para dar lugar al nacimiento del nuevo ser humano. III. Sobre el uso del término preembrión.— Haciendo referencia exclusivamente a las primeras fases de desarrollo del embrión, para cualquier consideración posterior de tipo ético o jurídico parece inevitable plantear la posible valoración diferencial del embrión a lo largo del desarrollo y muy especialmente en relación con aquellos estadios embrionarios anteriores a la anidación o implantación del embrión (blastocisto) en la pared del útero, que corresponden a los primeros catorce días a partir del momento en que se produjo la fecundación. Algunos autores lo consideran y denominan preembrión, con lo cual parece que aceptan ya a priori una valoración diferente con respecto al embrión postimplantatorio. Con ello parece que se prejuzga la licitud de su manipulación y eventual eliminación. Por el contrario, otros autores insisten en utilizar términos tales como embrión preimplantatorio o embrión de dos células, embrión de ocho células, etc., defendiendo la ortodoxia biológica, independientemente de la valoración ética de su manipulación y eliminación. Controversia que lleva implícito aquello de que los cambios en las palabras producen cambios en las actitudes o, recíprocamente, los cambios de actitudes buscan los cambios en las palabras para justificar aquellas. Sin que ello presuponga una valoración ética de su significado, lo correcto sería utilizar siempre el sustantivo embrión seguido del calificativo correspondiente.
A partir del Informe Warnock de los años ochenta elaborado en el Reino Unido, el término «preembrión» introducido por la investigadora Ann McLaren ha resultado controvertido porque biológicamente no tiene sentido decir que el preembrión es un embrión en los 14 primeros días de desarrollo previos a su implantación en el útero materno, puesto que el prefijo «pre» indica que algo es anterior a algo («anterioridad local o temporal », según el Diccionario de la Lengua de la Real Academia Española). Hay una contradicción interna al afirmar que un embrión en cierta fase de desarrollo no es un embrión, sino un preembrión; por ejemplo, ¿un blastocisto humano no es un embrión humano? Lo correcto sería hablar de embrión de dos—, cuatro—, ocho—… células, de mórula, de blastocisto o de embrión preimplantatorio. De cualquier forma, hoy en día, el término preembrión está cayendo en desuso en la comunidad científica, utilizándose la denominación de embrión preimplantatorio. Sin embargo, a pesar de ello, en el ámbito jurídico se sigue utilizando el término preembrión. Por ejemplo, la Ley española de 14/2006 sobre Técnicas de Reproducción Humana Asistida dice en su Artículo 1.2 que «a los efectos de esta Ley se entiende por preembrión el embrión in vitro constituido por el grupo de células resultantes de la división progresiva del ovocito desde que es fecundado hasta 14 días más tarde». También la Ley 14/2007 de Investigación biomédica (art.3) utiliza la misma definición «preembrión: el embrión constituido in vitro formado por el grupo de células resultantes de la división progresiva del ovocito desde que es fecundado hasta 14 días más tarde». Debe hacerse notar que la definición que utiliza el legislador se refiere a embriones in vitro, no in vivo.

IV. Sobre el embrión somático obtenido por transferencia nuclear (clonación).—Desde que en 1997 se hiciera pública la existencia de la oveja «Dolly», que había nacido el año anterior mediante la transferencia del núcleo de una célula diferenciada al citoplasma de un ovocito previamente desprovisto de sus cromosomas, se abrieron las puertas a la clonación en mamíferos. Posteriormente se han obtenido animales clónicos en otras muchas especies de mamíferos. En todos los casos se acepta plenamente que mediante la técnica de transferencia nuclear se induce la formación de un embrión clónico capaz de desarrollarse y dar lugar al nacimiento de un animal clónico propio de la especie en cuestión. Dado que dicho embrión no se ha obtenido a partir de una fecundación gamética normal sino mediante la técnica de transferencia nuclear, se ha propuesto también la denominación de embrión somático en la que el sustantivo «embrión » pone de manifiesto que es biológicamente equivalente a un embrión propio de la especie y el adjetivo «somático» indica que no se ha obtenido por fecundación de los gametos sino por transferencia nuclear. Por ello resulta inaceptable desde el punto de vista biológico que para evitar el término «embrión» —y su significado correspondiente— se utilicen en textos legales eufemismos como «activación de ovocitos mediante transferencia nuclear» como sucede en la Ley española de Investigación Biomédica (Ley 14/2007, Art. 33) para poder legalizar la clonación no reproductiva con fines de investigación o fines terapéuticos.

V. Consideraciones genéticas: individualización y mismidad (identidad) genética. 5.1. La individualización: unicidad y unidad.—Los interrogantes genéticos fundamentales en relación con el estatuto del embrión humano plantean una doble cuestión: ¿cuándo empieza la vida humana? ¿cuándo esa vida humana que empieza es ya un ser humano individualizado? O, dicho en otras palabras, cuando en los primeros estadios de vida embrionaria sólo hay un conglomerado de células en activa división ¿existe ya humanidad o se trata simplemente de un montón de células humanas cuya consideración ética no tendría que ser diferente de la de cualquier cultivo de células humanas que habitualmente se utilizan en investigación y en determinados análisis clínicos (biopsias, cultivos de leucocitos, etc.)?
En cuanto a la primera pregunta —cuándo empieza una nueva vida humana—, ningún científico dudaría en responder que cuando termina el proceso de la fecundación; es decir, cuando de dos realidades distintas —el óvulo y el espermatozoide— surge un tertium, una realidad nueva y distinta —el cigoto— con una potencialidad propia y una autonomía genética, ya que, aunque dependa de la madre para subsistir, su desarrollo se va a realizar de acuerdo con su propio programa genético. Puesto que ese programa genético es específicamente humano y no de otra especie, la nueva vida surgida es, evidentemente, humana.
En cuanto a la segunda cuestión —cuándo la vida humana que ha empezado es ya un ser humano— el problema es mucho más difícil de resolver porque se entremezclan los aspectos científicos con los filosóficos y religiosos. Desde el punto de vista científico la pregunta que se plantea es cuándo la nueva vida humana que surgió a partir de la fecundación está individualizada. La individualización de un nuevo ser requiere que se den dos propiedades: la unicidad —calidad de ser único e irrepetible— y la unidad, realidad positiva que se distingue de toda otra; es decir, ser uno solo. Pues bien, existe una amplia evidencia experimental que demuestra que estas dos propiedades fundamentales no están definitivamente establecidas en el nuevo ser en desarrollo antes de que termine la anidación. En efecto, el hecho de que la formación de gemelos monocigóticos o de quimeras postcigóticas solamente pueda producirse antes de la aparición de la línea primitiva en el embrión, que acontece hacia el día 14 después de la fecundación coincidiendo con el final de la anidación, pone de manifiesto que las propiedades de unicidad y de unidad que caracterizan la individualidad de la entidad biológica en desarrollo no están fijadas durante las etapas embrionarias anteriores a la terminación de la anidación. De ahí la importancia cualitativa que las normas jurídicas vigentes dan al día decimocuarto desde el momento de la fecundación. De cualquier manera sería conveniente recordar lo que se decía en un lugar anterior respecto a que la gradualidad o continuidad de los procesos biológicos son compatibles con la emergencia instantánea de nuevas propiedades (saltos cualitativos). También esa diferencia cualitativa debe ser interpretada en términos bioéticos.
En relación con la unicidad hay que hacer referencia a los gemelos monocigóticos. Aproximadamente uno de cada 89 nacimientos son gemelos, entre los que un 20-30 por 100 son monocigóticos, lo cual da una frecuencia global aproximada de gemelos monocigóticos de un 2 por 1.000. Los gemelos monocigóticos —que es el único caso posible de identidad genética entre individuos humanos— se forman por la división de un embrión. Tal división solamente puede producirse antes de la formación de la línea primitiva, lo cual ocurre hacia los catorce días, coincidiendo con la terminación de la anidación. La conclusión es evidente: la unicidad del nuevo ser no está fijada durante las etapas de desarrollo embrionario anteriores a la terminación de la anidación.
Desde el punto de vista genético, es también importante señalar que los datos experimentales de que se dispone indican que, así como en la formación de gemelos dicigóticos se admite una cierta causa genética, en los monocigóticos no. Es decir, no se podría argumentar que en la especie humana pudiera ocurrir una situación similar a la de algunos animales, como ocurre en el armadillo, en los que siempre se producen gemelos monocigóticos en cada parto, en cuyo caso podría tratar de cambiarse el sentido de la unicidad. No es éste el caso humano.
En relación con la propiedad de la unidad —condición de ser solamente uno— hay que hacer referencia a la existencia comprobada de quimeras humanas; es decir, personas que realmente están constituidas por la fusión de dos cigotos o embriones distintos. Desde el punto de vista genético, es importante distinguir los conceptos de mosaico y de quimera, que algunas veces se utilizan inadecuadamente como sinónimos. Por mosaico se entiende la existencia de más de una estirpe celular en un mismo individuo originadas después de la fecundación por algún fenómeno genético anormal (mutaciones génicas o cromosómicas, recombinación somática, etc.), mientras que por quimera se entiende la aparición de líneas celulares distintas originadas a partir de diferentes fuentes de fecundación. En este caso se puede distinguir entre quimeras cigóticas —producidas por la fecundación simultánea del óvulo por un espermatozoide y de un cuerpo polar derivado del mismo ovocito primario por otro espermatozoide, originando un solo individuo— y quimeras postcigóticas producidas por fusión de dos embriones distintos.
En el primer caso se trataría de la formación de un solo individuo a partir de dos cigotos distintos, mientras que en el segundo caso la fusión sería de dos embriones diferentes a partir de los cuales sólo se originaría un individuo; en cualquier caso, la propiedad de unidad no estaba establecida ni en los cigotos ni en los embriones fusionados. Parece ser que la fusión natural de embriones independientes en mamíferos, incluyendo la especie humana, es difícil, aunque no imposible. Lo que sí parece claro es que tal fusión tiene que producirse obligatoriamente antes de aparecer la línea primitiva al terminar la anidación.
En la especie humana se han descrito casos de quimerismo. Normalmente, la existencia de una quimera humana se descubre al constatar la existencia de células con dotaciones cromosómicas sexuales diferentes XX/XY; es decir, el individuo tiene células femeninas y masculinas. Esto hace suponer que puede haber otros casos de quimeras que pasan inadvertidos por ser los individuos XX/ XX o XY/XY. Lógicamente, una vez descubierta la existencia de las dos líneas cromosómicas celulares se realizan estudios inmunológicos complementarios de grupos sanguíneos.
Por otro lado, la obtención de quimeras artificiales en mamíferos de laboratorio producidas por fusión de dos mórulas en estadio de ocho células indica que algo semejante podría hacerse en la especie humana, con lo que, aunque fuera de manera artificial, se podría ir en contra de la propiedad de unidad.
En consecuencia, puede también decirse que, desde el punto de vista genético, la unidad del nuevo ser no está fijada durante las primeras etapas embrionarias anteriores a la anidación.
En resumen, de los datos expuestos podría deducirse que la anidación representa un hito embriológico importante en relación con la individualización del nuevo ser. No obstante, es importante volver a recordar la imposibilidad de fijar el momento preciso aún en el caso de que así fuera debido a la continuidad del proceso biológico del desarrollo.
Por otro lado, algunos autores ponen de manifiesto que la anidación supone también un cambio drástico en cuanto se refiere a la reducción de la frecuencia de abortos espontáneos. La precariedad en que se desenvuelve el embrión en las etapas anteriores a la anidación, no tienen, sin embargo, a mi juicio, ni con mucho, el peso genético que ante la problemática del estatuto del embrión humano pueden tener los fenómenos de gemelismo y quimerismo descritos que afectan plenamente a la individualización del nuevo ser, ya que tal precariedad no es necesariamente expresión de inestabilidad o indeterminación genéticas.
5.2. La identidad (mismidad) genética.—El concepto de identidad o mismidad genética de un individuo está íntimamente relacionado con su capacidad genética de distinguir inmunológicamente lo propio de lo extraño y ello depende de las moléculas de clase I y II codificadas por los respectivos genes del sistema principal de histocompatibilidad o sistema HLA de la especie humana. En otras palabras, el «documento de identidad» de un individuo humano está escrito en los genes de su sistema HLA.
Una característica fundamental del fenómeno inmune es la capacidad del organismo para reconocer cuándo una macromolécula o cualquier posible antígeno es propio o extraño, de forma que sólo en este último caso pondrá en funcionamiento los mecanismos precisos para desarrollar una respuesta inmune. No hay duda que, de alguna forma, los sistemas inmunológicos aprenden a reconocer sus propias moléculas en un proceso de aprendizaje que tiene lugar durante las primeras etapas de la vida, obviamente antes de que se desarrolle la respuesta inmune para las proteínas o antígenos extraños. A esta falta de respuesta inmune frente a cualquier antígeno presente ya en el organismo cuando éste inicia el desarrollo de su sistema generador de anticuerpos o de células T se le llama tolerancia inmunológica; es decir, la capacidad de reconocer «lo propio» y no responder inmunológicamente.
Así como en el apartado anterior se hacía hincapié en que hacia el día 14 después de la fecundación se podría decir que quedaba establecida la individualidad del nuevo ser humano al quedar fijadas las propiedades de unicidad y de unidad, se puede ahora plantear la cuestión de cuándo en el desarrollo del individuo se actualiza su identidad o mismidad genética. Es decir, aunque el genotipo del cigoto incluye ya, obviamente, el sistema HLA propio (haplotipo), su actualización no se hace efectiva hasta que los genes que contiene se expresen (transcripción) y se sinteticen (traducción) las proteínas correspondientes. En ese momento podría decirse que quedan fijadas las señas de identidad del individuo.
¿Cuándo ocurre dicho momento? Los datos científicos de que se dispone son todavía muy imprecisos y por tanto hay que tomarlos con precaución. Parece ser que las proteínas MHC de la clase II se expresan a las 7 semanas de desarrollo embrionario, mientras que las proteínas MHC de la clase I lo hacen a las 8 semanas. Por otro lado, también se estima que los genes que codifican para los polipéptidos a y ß del receptor de las células T (TCR a y ß) se expresan a las 12 semanas. Por tanto, parecería correcto decir que la identidad o mismidad genética del individuo empieza a quedar establecida entre las ocho y doce semanas de gestación. Una cuestión importante que ahora se plantea es si el establecimiento de la identidad o mismidad genética puede tener un significado especial a la hora de hacer valoraciones éticas o jurídicas, como lo puede tener la individualización establecida por las propiedades de unicidad y unidad.

VI. El desarrollo embrionario y la referencia al término (el individuo nacido).—En un intento de establecer un nuevo paradigma de comprensión del valor ético de la entidad biológica humana en desarrollo, Carlos Alonso Bedate (1989) razonaba que, para que exista suficiente conexión física entre la realidad biológica (embrión) definible en términos de inviolabilidad y el término declarado como inviolable (individuo nacido), el embrión debe haber establecido (en términos de potencia) a través de los procesos de crecimiento celular y diferenciación el sistema de complejidades del término reconocido como persona.
Durante los primeros estadios de división cada blastómero tiene la capacidad de dividirse y de originar por separado un blastocisto, pero llega un momento en que esa capacidad se pierde, deteniéndose la división y comenzando otro proceso totalmente diferente: la diferenciación. A partir de cierto momento, el blastocisto se desarrolla en el útero con absoluta dependencia fisiológica de la madre: es el comienzo de la diferenciación embriónica. ¿Qué información decide que un blastómero se desarrolle como trofoblasto (placenta), membrana extraembriónica o embrioblasto? A este respecto, es importante señalar que no puede decirse que los blastómeros que dan lugar al trofoblasto o a las membranas extraembriónicas —por razón de la posibilidad de haberse desarrollado en embriones completos— hayan tenido un valor ético participativo del término (individuo nacido) o que, si lo hubieran tenido, lo habían perdido; es decir, nunca han tenido la inviolabilidad propia del término. Entonces, si esos blastómeros nunca habían tenido la inviolabilidad propia del término, ¿por qué los blastómeros que han de originar el embrioblasto sí la tienen?
Como se indicaba anteriormente, durante la tercera semana (días 15.º a 18.º a partir de la fecundación) se produce la gastrulación, formándose las tres capas germinales primitivas (ectodermo, mesodermo y endodermo) de las que derivarán los tejidos y órganos del futuro organismo. No obstante, la gástrula per se no posee toda la determinación del sistema con respecto al término ni toda la información para la construcción del término.
En la cuarta semana el embrión humano deja de tener las características generales de los vertebrados y empieza a ser reconocido morfológicamente como un embrión de mamífero. Según Alonso Bedate, el final de la cuarta semana representa un estadio crucial para la valoración biológica y ética del embrión puesto que adquiere el plano general del nuevo ser humano, representando un sistema en el que ya empieza a estar definido —aunque sea de forma inicial— el término: el ser nacido.
A partir de entonces se producen constantes e intensas modificaciones en la histogénesis, organogénesis y morfogénesis del embrión humano, alcanzando al final de la octava semana un estadio de desarrollo tal que ya se han manifestado de forma primitiva casi todos los órganos del futuro ser nacido, permitiendo distinguir el embrión humano de otros embriones de primates; es decir, el embrión es reconocible como humano. A partir de ese momento comienza la etapa de desarrollo fetal.
Según Alonso Bedate, desde el punto de vista biológico la realidad que cumple mejor las características de potencia actual con relación al término (individuo nacido) es el embrión de 6-8 semanas. En ese estadio como todos los órganos internos están diseñados con especialización histológica, las características externas están ya establecidas, el mecanismo neuromuscular iniciado y la diferenciación sexual histológicamente y organogénicamente dirigida; es decir, «el sistema está diferenciado en origen y lo que resta es la actualización en crecimiento del proceso diferenciante del sistema. Desde este momento y en adelante, la mayor parte de la información necesaria para finalizar el proceso ontogenético será de tipo general capaz de conformar y mantener el sistema ya definido que emerge con las complejidades propias del humano».

VII. El estatuto ontológico del embrión humano.— Las reflexiones sobre el estatuto del embrión humano se han abordado a lo largo de la historia desde diversas concepciones o enfoques filosóficos: substancialista (Aristóteles, Tomás de Aquino), racionalista (Leibnitz), utilitarista (Hume, Bentham, Singer), dialógico (Apel), personalista (Scheler, Mounier, Levinas, Ricoeur), personalismo neoescolástico actual (Sgreccia, Cafarra, Lucas, entre otros), realista (Zubiri, Gracia).
En la actualidad el debate se produce en torno a dos posturas: por un lado, la de los que consideran que el ser humano-persona está en el cigoto

Véase: Anidación, Clonación no reproductiva, Clonación reproductiva, Crioconservación, Derecho a la Procreación, Diagnóstico preimplantatorio, Donación de gametos, Donación de material biológico humano, Embarazo, Fecundación, Filiación y reproducción asistida, Gametos, Híbridos y quimeras, Limitaciones a la procreación, Maternidad subrogada, Medicina reproductiva, Nasciturus, Preembrión, Persona, Reproducción asistida, Viabilidad, Wrongful conception, pregnancy, Wrongful life, birth.

Bibliografía: ALONSO BEDATE, Carlos, «Reflexiones sobre cuestiones de vida y muerte: Hacia un nuevo paradigma de comprensión del valor ético de la entidad biológica humana en desarrollo», en ABEL, Françesc / BONÉ, Edouard / HARVEY, J.C., La vida humana: Origen y desarrollo. Reflexiones Bioéticas de científicos y moralistas, Federación Internacional de Universidades Católicas, Univ. Pontif. Comillas, Madrid, 1989, págs. 57- 81; ALONSO BEDATE, Carlos, «El estatuto ético del embrión: una reflexión ante propuestas alternativas», en MAYOR ZARAGOZA, Federico / ALONSO BEDATE, Carlos, Gen-Ética, Editorial Ariel, Barcelona, 2003, págs. 19-66; BLÁZQUEZ, Niceto, Bioética, la nueva ciencia de la vida, BAC Estudios y ensayos, núm. 7, Madrid, 2000; FUNDACIÓN CIENCIAS DE LA SALUD (Grupo de expertos coordinados por D. Gracia), El estatuto del embrión. Documentos de trabajo (inéditos), Instituto de Bioética, Fundación de Ciencias de la Salud, Madrid, 2003; GRACIA, Diego, «Problemas filosóficos en Genética y en Embriología », en ABEL, Françesc / CAÑÓN, Camino, La mediación de la Filosofía en la construcción de la Bioética, Univ. Pontif. Comillas, Madrid, y Fed. Int. Univ. Católicas, 1993, págs. 215-254; LACADENA, Juan-Ramón, «Consideraciones genético-biológicas sobre el desarrollo embrionario humano», en ROMEO CASABONA, Carlos María, Genética Humana, Cátedra de Derecho y Genoma Humano, Fundación BBVA, Diputación Foral de Bizkaia, Bilbao, 1995, págs.77-103; LACADENA, Juan-Ramón, «Embrión » en Diccionario de Pastoral Sanitaria y Bioética, Centro de Humanización de la Salud y Editorial San Pablo, Madrid, (en prensa). En este trabajo está mayoritariamente basado el presente escrito, como no podía ser de otra forma; LÓPEZ MORATALLA, Natalia / IRABURU, María J., Los quince primeros días de una vida humana, EUNSA, Pamplona, 2004; LUCAS, Ramón, Antropología y problemas bioéticos, BAC, Madrid, 2001; SERRA, Angelo / COLOMBO, Roberto, Identidad y estatuto del embrión humano. La contribución de la Biología. Ediciones Internacionales Universitarias, Madrid, 2000; SGRECCIA, Elio, Bioetica. Manuale per medici e biologi. Vita e Pensiero, Milano, 1986.


Buscador

Con la colaboración de:

2024 © Cátedra Interuniversitaria de Derecho y Genoma Humano | Política de Privacidad | Condiciones de uso | Política de Cookies | Imprimir