Autor: LEIRE ESCAJEDO SAN EPIFANIO
I. Advertencias iniciales.—Explicaba Charles Darwin que «todas las especies vivientes han estado conectadas con la especie parental de cada género y éstas, a su vez, lo han estado con otras más antiguas; y así sucesivamente más y más atrás en el tiempo». Desde ese origen común, describía, han surgido las interminables formas de la Vida. Diversidad biológica es también una expresión que pretende abarcar con sencillez esas interminables formas de la vida. Su uso se consolidó y extendió a raíz de los acuerdos alcanzados en 1992 en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo (CNUMAD) y, además de una realidad tangible, la diversidad biológica representa hoy día un valor. Progresivamente se ha ido tomando conciencia de su importancia y está presente en las agendas políticas y legislativas, en los medios de comunicación y en la opinión pública. Precisamente algunos expertos atribuyen a esa difusión el hecho de que el concepto originario haya visto desdibujados sus contornos.
En qué consiste la variedad de organismos vivos que habitan en el Planeta, o, por ir a algo más concreto, cuántas especies hay en total, son cuestiones más fáciles de formular que de responder. Los taxonomistas han descrito hasta la fecha 1’75 millones de especies de seres vivos. Los mamíferos, las aves y las plantas superiores son grupos bastante conocidos. No obstante, la prueba de que aún nos quedan especies por conocer la encontramos en una nueva especie de rata gigante, hallada en 2009 en una isla volcánica de Papua Nueva Guinea. Del resto de especies, sobre todo de las arqueas y bacterias, los expertos dicen que apenas conocemos una pequeña porción y que el número total de especies podría llegar a situarse entre los 5 y los 50 millones.
En ocasiones se emplea una versión abreviada para referirse a la diversidad biológica: biodiversidad. Este término lo atribuye la literatura a Walter G. ROSEN, que lo empleó por primera vez en la planificación del que sería «Forum Nacional de la Biodiversidad», celebrado en Washington DC en 1986. Aunque con el matiz de Biodiversidad humana y no humana se utiliza en algunos contextos, lo cierto es que esa expresión no es la que se emplea habitualmente. Es más, hay autores que recomiendan emplearla con cautela, porque al emplearse también con otros significados, puede inducir a confusión. Así, hay quien usa el término Biodiversidad para referirse a la disciplina científica que establece la medida y profundiza en el conocimiento de la diversidad biológica. Pertenecería, como la Ecología o Biología de los sistemas (MARGALEF), a un conjunto de disciplinas biológicas con vocación integradora.
II. El concepto de diversidad biológica.—Diversidad biológica es un concepto complejo o umbrella term con el que se desean abarcar todos los organismos vivos, su cantidad, variedad y variabilidad. Aunque los seres humanos pertenecemos al conjunto de organismos vivos, por lo común se nos sitúa fuera de ese conjunto. El uso de esta expresión comenzó a extenderse a raíz de una serie de estudios en los que se recogía la preocupación por la tasa de extinción en algunas especies. El arca se hunde, decía gráficamente MYERS (The Sinking Ark, 1979) y se atribuye a NORSE/ MCMANUS una de las primeras definiciones publicadas del término diversidad biológica.
El término, amplio y complejo, daba pie a reflexiones sobre muchas esferas de la vida y la actividad humana y ello facilitó su difusión. Como contrapartida, su uso con diversos significados, connotaciones o intenciones, ha dado pie a confusiones que, según los más críticos, podrían llegar a vaciarlo de contenido (vid. Krishnamurthy, Angermeier/ Karr y Martin Piera). Ello se debe a que la idea de la variedad de la naturaleza hace posible profundizar en esa diversidad en un gran número de niveles de organización biológica (ecosistemas, comunidades, especies, organismos, moléculas), y admite matices y connotaciones importantes.
En cualquier caso, estas dificultades conceptuales se asumen con cierta normalidad. Muy gráficamente afirmaba el Tribunal Constitucional español que si bien conceptos como medio ambiente o ecosistema existen, el hecho de que se hayan creado como términos complejos y se empleen en diversas disciplinas «dificulta discernir sus límites y su contenido con la exactitud y el rigor que exigen las categorías jurídicas» (STC 102/95).
Si nos fijamos en su uso más extendido, con la expresión «diversidad biológica» se pretenden abarcar tres realidades: la diversidad genética, la diversidad taxonómica o específica y la diversidad ecológica. Esa pauta, diversidad de genes, de especies y de ecosistemas estaba presente en la definición de Norse/ McManus, y es la línea que siguen el Informe «Technologies to Mantain Biological Diversity», de la Oficina de Asesoramiento Tecnológico del Congreso de los EE.UU. (OTA, 1987) y el artículo 2 del Convenio sobre Diversidad Biológica de las Naciones Unidas (1992).
III. La diversidad biológica, su formulación como valor jurídico.—No se pone en duda que la diversidad biológica tenía y tiene un relevante valor instrumental. Proporciona bienes esenciales para el se humano, como los alimentos, las fibras y los medicamentos, y servicios esenciales como la purificación del aire y el agua o la regulación de la erosión del suelo, entre muchos otros. Quizás lo más relevante de las últimas décadas es que, junto a ese valor instrumental, se ha avanzado en un reconocimiento de su valor intrínseco, es decir, en el valor que la diversidad biológica tiene por sí misma.
Si bien en otra época las medidas de protección ambiental parecían primariamente motivadas por consideraciones utilitarias, las partes del CDB se muestran conscientes del «valor intrínseco de la diversidad biológica». La diversidad biológica, recoge el Convenio, garantiza el equilibrio de la Biosfera y en este sentido es base para la supervivencia de los seres vivos, incluidos los humanos. Junto con ello, representa también «valores ecológicos, genéticos, sociales, económicos, científicos, educativos, culturales, recreativos y estéticos».
A esta formulación se llegó veinte años después de la Conferencia de Estocolmo de las Naciones Unidas, en las que tímidamente se hacía referencia ya a la necesidad de conservar el patrimonio de la vida silvestre y su hábitat. La primera referencia expresa a la diversidad de las formas de vida la encontramos en la Estrategia Mundial para la Conservación (WCS) formulada por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza en 1980 (en colaboración con el PNUMA, WWF, la FAO y la UNESCO). La preservación de la diversidad genética aparece en esa estrategia como uno de los tres objetivos fundamentales de la conservación de los recursos naturales.
La Carta Mundial de la Naturaleza, en 1982, y la Segunda WCS (1990), por su parte, insistieron sobre la conservación de la vitalidad y diversidad de la tierra. La segunda de ellas explícitamente se refiere a una conservación de la biodiversidad, incluyendo no sólo todas las especies de plantas, animales y otros organismos, sino también la variedad de «genetic stockes» entre las especies y la variedad de ecosistemas. Su mantenimiento fue señalado como un requisito esencial del desarrollo sostenible en el informe Brundtland (1987).
IV. El deterioro de la diversidad biológica.—La diversidad biológica evoluciona de forma constante. La existencia de una especie depende de la conservación de factores ambientales que posibilitan su supervivencia y los cambios que inciden en dichos factores pueden llevar a su extinción. De hecho, se calcula que el 99% de las especies que alguna vez existieron en el Planeta, ya se han extinguido.
Los registros fósiles de que disponemos invitan a pensar que el período con mayor diversidad sobre la tierra incluye unos pocos millones de años, aunque no es una interpretación unívoca. Sí hay bastante consenso en torno a dos hechos: el primero, que la aparición del ser humano se ha traducido en procesos de extinción masiva de otras especies; y el segundo, que a lo largo del siglo XX el ritmo al que se pierden las especies se ha acelerado. Cultivos o prácticas ganaderas que desforestan, eliminan tierras húmedas o desplazan la vida silvestre, pesca excesiva, construcción de vías de comunicación como carreteras o ferrocarriles y actividades contaminantes, contribuyen, entre otros, al deterioro de la diversidad Biológica. Como esa pérdida de diversidad no se produce de forma homogénea en todo el Planeta, Norman MYERS acuñó la expresión punto caliente de biodiversidad, que se emplea para identificar regiones biogeográficas terrestres importantes según el número de endemismos y el grado de amenaza sobre la biodiversidad.
Es interesante destacar que existe un relevante programa de trabajo internacional, auspiciado por las Naciones Unidas y diseñado para ofrecer a los responsables institucionales y a los ciudadanos información científica sobre la situación de los ecosistemas. Es el programa Evaluación de Ecosistemas del Milenio, en el que colaboran más de un millar de científicos Lo inauguró Kofi Annan, entonces Secretario General de la ONU, en el año 2001, y es un programa de evaluaciones integradas que tiene prevista una regularidad de 5 a 10 años. De esa evaluación y otros indicadores que aportan quienes son partes del CDB, se vienen ofreciendo informes sobre el status global de la diversidad biológica, de cara a la consecución del objetivo fijado para 2010: la reducción de la tasa de pérdida de diversidad biológica. A ello nos referiremos con más detalle a continuación.
V. El Convenio sobre Diversidad Biológica, a grandes rasgos.—El Convenio sobre Diversidad Biológica es el texto jurídico de mayor relevancia internacional en esta materia hecho el 5 de junio de 1992 en la que se dio en llamar Cumbre de la Tierra (CNUMAD). Aquella conferencia de Río de Janeiro centró la atención internacional en la necesidad de conseguir un equilibrio esencial entre intereses económicos, sociales y medio ambientales de cara a la supervivencia del Planeta y el CDB recogió una serie de acuerdos clave en dicha dirección. 128 de los países que tomaron parte en el mismo, elaboraron años después el Protocolo de Cartagena sobre Seguridad en el uso de la Biotecnología.
El Informe Conserving the World’s Biological Diversity, publicado en 1990 con la contribución de IUCN, WWF, World Resources Institute, Conservation International y el Banco Mundial, proyectaba para las siguientes décadas una pérdida de diversidad de más del 25%. Algunas especies, advertía, estaban tan amenazadas que probablemente desaparecerían antes de ser descritas o clasificadas. Ante ello, la Comisión Mundial de Medio Ambiente impulsó una convención basada en la anticipación y la prevención, destinada a la protección de la diversidad global. Hasta entonces sólo existían algunas convenciones orientadas específicamente a algunos lugares (Convenio sobre patrimonio mundial), tipos de ecosistemas (como el Convenio de Ramsar) o especies como las Aves Migratorias, pero el Consejo de Gobierno de PNUMA vio la necesidad de adoptar un convenio marco.
Fruto de los esfuerzos de multitud de agentes, el CDB vio la luz en la que se conocería después como Cumbre de la Tierra (CNUMAD 1992). Se articula sobre tres objetivos fundamentales: 1) la conservación de la diversidad biológica; 2) su uso sostenible; 3) y la distribución justa y equitativa de los beneficios provenientes de la utilización de los recursos genéticos.
Para alcanzar dichos objetivos, se proponen instrumentos tales como los programas de conservación y utilización sostenible, programas de identificación de los componentes de la diversidad biológica y de protección de ecosistemas naturales, entre muchos otros. Todos ellos forman parte de un Plan Estratégico destinado a reducir significativamente el ritmo actual de pérdida de diversidad biológica para el año 2010. Es lo que se conoce como la Meta sobre Diversidad Biológica 2010.
A un año escaso de celebrar el Año internacional sobre la Diversidad Biológica, los objetivos parecen lejos de alcanzarse. El desarrollo sostenible es un objetivo que obliga a reconsiderar los paradigmas económicos en sectores que van desde la pesca o la agricultura hasta la planificación y el comercio, y esas reformas debían haber sido puestas en marcha desde un principio. Sucede, sin embargo, que la mayor parte de las iniciativas del CDB no han ido más allá de un diálogo internacional o de reflexiones sobre buenas ideas que siguen aún sin ponerse en marcha. Confiemos en que en la cumbre de 2010 se alcance un consenso significativo en esa dirección.
Véase: Biodiversidad humana, Desarrollo sostenible, Medio ambiente.
Bibliografía: ANGERMEIER, P/ KARR, James R.: «Biological Integrity versus Biological Diversity as Policy Directives», BioScience 1994; 44 (10):690 a fin; BOWMAN/ REDWELL, International Law and the Conservation of the Biological Diversity, 349.6 INT; DARWIN, Ch., El Origen de las Especies, 1859; KRISHNAMURTHY, K.V., Textbook of Biological Diversity, Science Publisher, 2003; MARGALEF, R, Ecología, Orion, Barcelona, 1998; MARTÍN PIERA, F., «Apuntes sobre Biodiversidad y Conservación de Insectos: Dilemas, Ficciones y ¿Soluciones?». Sociedad Entomológica Aragonesa, SEA núm. 20, Monográfico Los Artrópodos y el Hombre, 1997, págs. 25-55; ONU, Convenio sobre Diversidad Biológica, 1992; Secretaría del CDB, Perspectiva Mundial sobre la Diversidad Biológica. 2, 2006.
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